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Mostrando entradas de agosto, 2022

Un fulano de Bumble

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Como conté hace unos días, hice una incursión en Bumble, una de estas aplicaciones de citas que parecen ser la única manera de ampliar círculos sociales o de "ligar" como dirían los españoles. Fue un pésimo experimento, pues de lo que se cosechó, realmente no quedaron buenos sabores... Aunque no, la verdad es que sí, hay un buen sabor, el de la lección aprendida.  Resulta que uno de los fulanos parecía estar interesado y nos vimos varias veces... Hasta que no nos vimos más. La historia es breve, muy breve, demasiado breve para ser memorable, pero vale la pena revisarla... Este fulano parecía una persona muy interesante, yo honestamente no sé qué me atrajo tanto, pero lo que hace, sus intereses, lo poco muy poco que supe de él me parecía fascinante y me daban ganas de mucho más que los encuentros casuales que él propuso... Yo, en mi cabeza loca, proyecté una historia y unas expectativas que claramente no correspondieron con la realidad, y cuando me enfrenté a la primera planta

Honrar a la muerte...

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Estos días han sido extraños, muchas personas me han preguntado cómo estoy, no sé muy bien qué responder, porque creo que estoy bien, bastante bien para haberme despedido de Godzila hace apenas un par de días, bastante bien para haber estado lidiando con la santa muerte que tanto miedo nos da. No sé si debería estar mal, más mal, o cómo debería estar. Pero la pregunta me ha puesto a pensar, más allá de la coyuntura actual, en cómo estoy hoy, cómo me siento y si sé para dónde voy. Como este es un espacio de escritura terapéutica, en el que expongo y ordeno mis ideas para tratar de entenderme, me animo hoy a hacerme un autorretrato escrito, a ver si puedo responderles cómo estoy.  Si comparo mi sensación de tranquilidad actual al estado de ansiedad, angustia, preocupación y desasosiego en el que estaba hace un año, pues respondería que estoy re bien, porque gracias al universo, los dioses y las diosas, y a muchísimo trabajo personal, además de una compañía maravillosa de tanta gente que

Godzilla

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Hace unos años, cuando me fui a trabajar al pueblito Montemariano, vivía la vida sin mucha consciencia sobre mí y sobre mis decisiones. Llegué allá sin saber qué me iba a encontrar. Era un territorio completamente desconocido pero del que había oído hablar. Había leído muchas noticias sobre su historia, pero ni siquiera podía imaginarlo. Llegué a ese pueblo en la mitad de los Montes de María, y allá conocí muchas versiones del amor, incluido el amor más grande y más genuino, el amor de mis perros. El primero que adopté fue a Julio, un amoroso ser amarillo, de cuerpo grande y orejas paradas que era el dueño del lugar. Julio, el macho alfa, se reprodujo hasta que yo decidí castrarlo. De sus muchos herederos hubo uno, Godzilla, que vivía en la casa de un señor que lo maltrataba y no lo alimentaba, que se robó toda mi atencion. Era un ser pequeñísimo y feo, con ojos tiernos y dientes grandes, y con un ímpetu en su ladrido que daba ya cuenta de su carácter. Era una bolita de piel sin mucho