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Mostrando entradas de junio, 2024

La vida en movimiento

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Hoy escribo desde Lima. Una ciudad que conocí hace unos 15 años de la mano de mi primer marido, y que me encanta desde entonces. Tengo la fortuna de tener oficina acá y en Bogotá, lo que implica que cada cierto tiempo puedo venir a disfrutar de la buena cocina, del mar pacífico, y de los buenos amigos que me ha dado la vida. Es decir, los nuevos amigos (Andrea) y uno de mis amores de la vida (amor de amigo desde los 14), Coque.  La semana pasada escribí desde San José del Guaviare, hoy desde Lima, y Stefan se burlaba de mi: "uy pero no para", tan envidioso, y sí, no he parado, y lo agradezco. No me acuerdo quien me dijo hace algún tiempo, la vida ES movimiento. Y como estoy viva, sana, entera, loca, pero con piernas largas y fuertes, pues tomé una decisión consciente: no pienso parar. No mientras tenga un cuerpo sano y fuerte, además de la energía y los recursos para hacerlo. Es una forma de vida que me gusta. Creo que en realidad siempre me he movido mucho, pero por una temp

La ley del monte

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Hace muchísimos años no venía de viaje a la selva. Trabajé muchos años, antes de mi vida en Macondo, en la Amazonía y la Orinoquía Colombianas, y de estos parajes, me moví pal Caribe. Hoy estoy en San José del Guaviare. Una tierra bella donde la selva debería ser la protagonista, pero como en muchos paraísos tropicales, acá no manda la biodiversidad sino la plata y los negocios, bien o mal habidos. Anoche me estaba tomando una cerveza para decantar el día, caluroso y trajinado, sentada con un amigo del trabajo en una tienda de esquina de la plaza. En este pueblo, me decía mi amigo, no se pierde nada, ponga ese morral en la silla que no le va a pasar nada, y si pasa, mañana lo tenemos completo. Me puso a pensar mucho en la sensación de "seguridad" que da la certeza de que acá existe un orden establecido para que no pase nada por fuera de las normas. ¿Cuáles son esas normas? nada muy distinto a las del lejano oeste de las películas de baqueros. Nada muy distinto a lo que uno le

Mil maneras y cada quien a su manera

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Tengo demasiadas cosas que contar. En estas últimas semanas he vivido mil experiencias distintas, incluidas algunas de escena de película rosa y otras de capítulo de CSI, sin joder. Pero quiero procesar hoy una idea que me tiene pensativa, y es la imposibilidad de permitirse sentir, manifestar y expresar las emociones. El sábado fue el funeral de una de mis tías, quien murió en circunstancias bastante complejas. Pasamos una semana en unos trámites horribles para poder hacer el rito de paso del sepelio, y esto implicó un tiempo de espera desesperante para mi mamá y mis otras tías, hermanas de la finada, que no pudieron conciliar el sueño hasta que pudimos hacer la respectiva misa y cremación. Fue una semana eterna, estresante, agotadora y triste.  En la ceremonia del sábado, el sacerdote, que en su vida había visto a mi tía, nos habló sobre ella y todas sus bondades, sobre sus grandes cualidades cristianas, y nos recalcó, con insistencia, la importancia de no estar tristes. El argumento