Mil maneras y cada quien a su manera


Tengo demasiadas cosas que contar. En estas últimas semanas he vivido mil experiencias distintas, incluidas algunas de escena de película rosa y otras de capítulo de CSI, sin joder. Pero quiero procesar hoy una idea que me tiene pensativa, y es la imposibilidad de permitirse sentir, manifestar y expresar las emociones. El sábado fue el funeral de una de mis tías, quien murió en circunstancias bastante complejas. Pasamos una semana en unos trámites horribles para poder hacer el rito de paso del sepelio, y esto implicó un tiempo de espera desesperante para mi mamá y mis otras tías, hermanas de la finada, que no pudieron conciliar el sueño hasta que pudimos hacer la respectiva misa y cremación. Fue una semana eterna, estresante, agotadora y triste. 

En la ceremonia del sábado, el sacerdote, que en su vida había visto a mi tía, nos habló sobre ella y todas sus bondades, sobre sus grandes cualidades cristianas, y nos recalcó, con insistencia, la importancia de no estar tristes. El argumento del señor era el siguiente: si mi tía ya estaba en el cielo con Dios, pues ella estaba bien y feliz, y los que quedamos en este plano, en este valle de lágrimas, no podemos (ni lo quiera Dios) estar tristes o recordarla con nostalgia, porque "un cristiano triste es un triste cristiano". 

Mientras oía ese sermón acartonado y repetitivo, no podía dejar de pensar en mi tía, que era grosera y entretenida. Le gustaban los chistes "verdes", era desparpajada, solitaria, extraña, era una persona muy poco convencional. Y el cura este la mandó al otro mundo como toda una mujer bien portada y compuesta, y nos prohibió estar tristes por su muerte. Yo, mientras oía esa sarta de ideas absurdas, miraba a mi mamá y sus hermanas (eran 7 incluyendo a las dos finadas), llorando y desahogando su angustia de las últimas semanas. Y pensaba, ¿con qué derecho este señor, que no es nadie en nuestras vidas, les prohíbe expresar sus emociones? De verdad que no lo entiendo. Pero tiene sentido para esta sociedad solapada. Acá no está permitido mostrarse tal cual es uno, porque qué vergüenza y qué dirán los demás. Ni vaya uno a reírse duro, o menos a llorar, porque las emociones no se expresan. Se guardan, se reservan para cuando nadie nos oye o nos ve, ojalá ni siquiera nosotros mismos. Y si las emociones de lo que sea, las expresa una mujer, es peor, pues es escandalosa, dramática o puta. Así es, somos esclavos de la hipocresía, porque nos toca esconder lo que sentimos, y quiénes somos en realidad. Y si somos mujeres nos toca ser muchas cosas antes de conocernos a nosotras mismas. 

Mi tía Lucía murió sola y eso ha sido muy dificil de procesar. Para todos. Hemos recibido toda clase de miradas de juicio y de reproche, porque la muerte no fue como debe ser, o como debía ser. ¿Por qué no estaba acompañada? ¿por qué no se casó? ¿por qué no tuvo hijos?. Nos hicieron esas y otras preguntas. Y fue horrible sentir los juicios incisivos de tanta gente alrededor. Mi tía murió en su ley, porque no quiso nunca casarse ni tener hijos, ni le dió la gana darle explicaciones a nadie sobre cómo vivía o para donde iba. Y así fue feliz y tuvo una vida auténtica, a su manera. Ella tomó una decisión sobre su vida y la vivió como mejor le pareció. 

Los que nos quedamos estamos tristes, su familia y sus amigos, porque nos harán falta sus chistes, y cada uno a su manera encontrará la forma de entender y aceptar que esto haya pasado así. Y se tendrán que aguantar el cura y otros cristianos que la lloremos de vez en cuando, porque se vale expresar lo que uno siente. Esto, ojo, no quiere decir que no entendamos y aceptemos la muerte. La muerte es parte de la vida y lo único que tiene que pasar para morirse es estar vivo. Pero uno puede y debe permitirse vivir sus emociones. ¿Por qué no? 

Los trámites y los ritos de paso le ayudan a los vivos a procesar las partidas. En la misa, que no fue tan concurrida, había mucha gente mayor, y mis primos y mi hermano cogieron el cajón para levantarlo. Vi que faltaba una persona y que estaba pesado y me paré a ayudarles, ¿por qué no hacerlo? ¿por qué las mujeres no podemos hacer fuerza? Tantos estereotipos y juicios patriarcales han acompañado este proceso... vivimos en un mundo tan forzado en sus formas. Ojalá las cosas sigan cambiando, por el bien de todas las mujeres. 

Hace unos días hubo otro feminicidio en un centro comercial en Bogotá, otros dos niños quedaron huerfanos por un maldito macho enfermo que sigue pensando que las mujeres somos cosas, objetos que pertenecen a sus colecciones privadas. Esa muerte me puso triste. Me puso a pensar. Tantos estereotipos patriarcales que nos cuestan la vida. No hay derecho. Y una niña de menos de tres años murió a manos de su padrastro, ¡no me joda! Y ellas dos se fueron con mi tia al cielo, según el sacerdote, y solo por eso no debemos sentirnos tristes. ¡Pues no! ¡No me jodan! Es triste y me lo voy a permitir, porque no hay derecho que a las mujeres nos cueste tanto ser libres y felices sin que nos maten, o nos jodan o nos juzguen. Incluso después de estar muertas. 

¡No! ¡No hay derecho!

Hace unos días estuve en Panamá. No lo conocía, me parece un bonito país, exhuberante en todo, naturaleza, edificios, es interesante. Es un desastre ecológico, pero ajá. Menos mal los jaguares saben nadar. Estuve en un evento bonito y cuando llegó la noticia de la desaparición de mi tía estaba viendo el canal. Tremenda obra. Unos días después, también viendo el canal, me avisaron que estaba muerta. 

Estos días me han acompañado varias canciones. Hoy tengo pegada esta. Llueve, hace frío, la noche está extraña, y sigo elaborando mi compresión personal sobre la muerte. La vivo a mi manera. No hay maneras buenas o malas, como dice Lina, cada quien a su manera.

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