Temeridad
Hoy una amiga linda puso en su estado una fotico que decía que uno debía contar historias llenas de hechos y hacer a la gente pensar, soñar, sentir con lo que uno vive, experimenta...me puse a pensar en mis entradas a este blog, y en que llevo un rato manifestando y expresando un estado de ánimo de mierda, y que realmente no cuento nada. Eso pasa cuando uno no hace mucho más que quedarse encerrado como un hámster dando vueltas en una ruedita que, en este caso, es mi propia cabecita.
Le doy vueltas y vueltas a las mismas vainas over and over y así no se van a resolver, lo sé. Hoy pasé la tarde con mi mamá, cosa que no hacía hace muchísimo tiempo. Está enferma con una vaina dolorosa y jarta y la verdad yo al comienzo no le creí. Cuando llegué a su casa, iba pensando en que debería ser más compasiva y tranquila con ella, que tiene 80 años, que ha hecho mil vainas por nosotros y que está enferma, asustada y angustiada. Pensé en mi propia angustia y en lo horrible que se siente la ansiedad, así que me enganché de esta idea para llegar en paz a acompañarla.
Mi hermana se fue a un merecido descanso y yo, como les decía, pasé la tarde a solas con mi mamá. Mientras almorzábamos, porque quiso comer en la mesa, la veía sentada al frente mío, tratando de llamar mi atención, o no sé cuál sea su estrategia, insistiendo en que casi se muere. Mi mamá me dice eso desde que tengo tres años, y creo que esa es parte de mi rabia con ella, que desde muy chiquita tuve que lidiar con mi mamá en hospitales, enferma, a punto de morirse, queriendo (o no lo sé) morirse para llamar nuestra atención, en particular, la atención de mi papá. Yo sé que suena fuerte, pero así vivimos, así crecimos, y así seguimos.
Traté, como les decía, de ser compasiva y tranquila, la escuché sin interrumpir, no leí, no ví el celular, no me distraje de su conversación... La escuché, y de pronto, estaba animada coloreando un mandala y contándome alguna vaina de una novela turca. Me cogió los pies y agradeció que pasara ese rato con ella. Y yo me sentí tranquila, y menos mala persona.
Para regresar a mi casa (que huele a tierra mojada porque están demoliendo el apto del tercer piso y el tierrero está insoportable, dejaron todos los escombros en el garaje y se mojaron... En fin) tomé un taxi. El señor, que casi se duerme en el camino, puso Olimpo Cárdenas en el radio y se puso a cantar canciones que yo no oía hace algunos años, desde los últimos almuerzos con mi familia en casa de mi papá. Me acordé de esos eventos multitudinarios, y de mi gente tomándose un algo y cantando esas canciones. Sentí muchísima nostalgia y gratitud, porque en mi vida hay mil anécdotas que algún día contaré y muchos recuerdos, como la tarde de hoy con mi mamá, que son irrelevantes en apariencia, pero que llenan los días y las noches de sentido.
Cuando íbamos llegando a mi destino, el chófer del taxi me dice: "que sea feliz, así sea sin mí"... Como decía la canción que estábamos oyendo. Me hizo reír. Me bajé del taxi, caminé con mis perritos y acá estoy escribiendoles, a quienes quieran leer, para contarles que hoy entendí que mi mamá es mi gran espejo, y que no hay que hurgar demasiado lejos para encontrar el sentido de los días. La vida es un día a la vez.
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