Cuando el miedo abruma

Soy muy consciente de mis conflictos internos con las relaciones, sobre todo a raíz de esa "historia de amor" llena de engaños y apegos de la que les he hablado que viví hace unos años. Soy consciente, cada vez más, de mis miedos, de mis defectos, de mi difícil y agobiante inseguridad. Estoy trabajando en ello, por mí, por mi salud, por mi propia felicidad, por mi búsqueda - interna y honesta - por cambiar ciertos patrones de comportamiento y pensamiento que me han dañado desde niña. He trabajado, en varias y diferentes terapias, en el hecho de reconocer el daño que hace identificarse con la relación de los padres. En mi caso, una relación de padres separados, que después de estar juntos por más de 25 años, deciden hacernos a todos el favor de separarse y permitirnos salir del infierno. Una relación de pareja basada en engaños, mentiras, traiciones, infidelidad, culpas, compromisos absurdos, apariencias, en fin, una larga lista de situaciones incomodas para los hijos y para ellos mismos. Lo que me han tratado de explicar en mis terapias (que no han sido tantas y en las que no llevo tanto tiempo ni he sido muy constante) es que la culpa es una buena herramienta de manipulación; que ser víctima es entregar el poder personal a otro (el que sea) para así no asumir la responsabilidad de la vida propia; y que existen lealtades a las historias familiares, sobre todo, cuando uno mismo se siente parte de esa carencia y de esa herida de abandono. Esto que escribo no ha sido fácil de comprender, me duele aún, y me asusta publicarlo, pero siento que es un ejercicio necesario. Siento que me va a ayudar a mí, sobre todo a mí, a pasar este foso de dragones, y empezar a ver la vida y las relaciones con otros colores y desde otra sintonía. Una más amable, más relajada, sin culpas, sin miedo. Esa es la meta. Para allá voy, espero, de la mano de todas las personas que me acompañan, de la mano de mis terapeutas, de la mano de mis pensamientos, en fin, llevándome yo misma, con mi propia mano al lugar que sé que puedo habitar de manera más tranquila. 

Hay días en los que, a pesar de sentir y saber que la vida puede ser color de rosa, que el cielo es azul y el espacio está lleno de luz, salen las sombras más oscuras que llevo por dentro. Lo revuelven todo. Me llevan incluso a pensar que se ha dañado todo, que no hay nada que sirva. Sin embargo, cuando logro hacer una pausa, tratando de ver las cosas desde otra perspectiva, entiendo que esas sombras corresponden a aprendizajes, a vivencias, a la manera de enfrentar el miedo, y sobre todo a la necesidad de aferrarnos a una persona, porque no sabemos querer, hemos aprendido a tener, no a ser, y esto incluye no comprender que el otro no me pertenece y que por más que intente amarrar o cambiar a alguien esto sólo me va a causar un dolor profundo en las manos, porque las cuerdas cuando las tratas de retener, queman. 

Nadie nos pertenece, no le pertenecemos a nadie. No a nuestros padres, no a nuestras familias, no a nuestros amigos y mucho menos a nuestras parejas. Somos libres y eso implica una gran responsabilidad. El apego y el miedo solo nos llevan a la necesidad constante de querer cambiar las situaciones y a las personas. De mantenernos en caprichos por querer que las cosas sean de una manera, aun cuando hemos entendido que esa manera no aporta felicidad y tranquilidad al alma. Aprender a amar la trama mas que el desenlace, a soltar, a no controlar, a dejar ir, a amar sin miedo, a dejarse llevar por el ritmo de cada día, vivir lo único real que tenemos que es este momento presente... y tratar por un instante de ser más luz que sombra. 

Las sombras y los miedos salen en ocasiones, y  nos muestran que aún no estamos completos, que nos falta entender que eso que buscamos está adentro y no hemos querido entenderlo. Creo que entender que somos luz y sombra es parte de la vida y que todo lo que hagamos para no tener ese miedo por dentro, es más valioso que esforzarse por no mostrarlo. Este camino de búsqueda, el mío, el que acompaño al escribir estas palabras, se trata de dejar de ocultar mis sombras, verlas, entenderlas y poder, finalmente, trascenderlas. No me voy a esconder más de ellas, porque quiero reemplazarlas por una manera más amorosa y generosa de estar en el mundo, poder soltar, sin miedo. Amar, sin miedo. Dejar que esas personas maravillosas que llegan a nuestras vidas y queremos retener sean libres y no pretender atarlas ni cambiarlas. Y en ese camino, en ese intento por cambiar la oscuridad y el miedo, por luz y amor, poder dejar de sentir que la respuesta está en otra parte. 

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