Los hechos: la escena de la vaca

Un día de descanso del trabajo, un sábado, normalmente mi marido montemariano se iba a su pueblo a trabajar en su parcela o a estar con su familia, con alguna moza, lo que fuera. Se quedaba a veces bebiendo en una de esas cantinas, y yo, abnegada mujer que espera, estaba en el pueblo haciendo otras cosas hasta que llegaba la hora del atardecer y empezaba mi agonía por ver que no aparecía. 

Un sábado, decidida a cambiar la dinámica del fin de semana, y creo yo que también buscando reducir sus posibilidades de ponerme cachos, le dije que me iba con él a su pueblo. Nos montamos en la moto temprano, cogimos la carretera y llegamos al destino esperado. Llegamos a la casa de sus papás y en la parte de atrás, en el rancho de la casa, estaban descuartizando una vaca que había caído muerta en el potrero en la noche. Sin saber la causa de la muerte del animal y esperando aprovechar algo de la carne, el matarife del pueblo, "El Puto", estaba con machete y cuchillo en mano sacando tajos del animal sin ningún tipo de cuidado o asepsia. La casa olía a mortecino, un olor penetrante que me hizo tener arcadas. Bajo el cuchillo del Puto corrían patos y gallinas buscando pescar algo de carne fresca. La mesa del comedor tenía todas las vísceras tendidas, escurría sangre por los lados, y los 4 perros, con los ojos desorbitados por el instinto que despertaba en ellos esa carne fresca, estaban cubiertos de sangre y pedazos de animal. Corría una nube de moscas en el aire, el olor era realmente penetrante. En una canastilla abierta, sin ningún tipo de cuidado, un mototaxista acomodaba pedazos del animal que iba a transportar al pueblo grande donde yo vivía para vender esa carne. 

Yo dudo mucho haber disimulado mi expresión de asombro y asco, era evidente mi incomodidad, pero acepté quedarme allí un rato. Y ese fue mi sábado. En vez de un día de espera en la casa, en el que probablemente habría leído algo, eso sí, después de haber lavado la ropa y hacer comida rica, pasé una mañana entre el olor a mortecina y la escena de la vaca descuartizada en el rancho. Ese día entendí que estaba en el lugar equivocado, que estaba haciendo elecciones equivocadas, que ese era mi entorno de trabajo, no mi entorno de vida. Ese día entendí todo a lo que había renunciado solo por encajar en la vida de una persona que decía amarme, pero que me maltrataba de muchas maneras, y yo lo permití cada día de esa relación, cada día que permanecí allí sentada esperando, o aceptando excusas y mentiras, o con ansiedad, con miedo, con tristeza, cada día que permanecí allí sentada estaba aceptando vivir en la escena de la vaca, en un ambiente absolutamente hostil para mí.  

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