Los hechos: La formalización de la relación con un Montemariano.

La historia podría resumirse en que me enamoré de mi mototaxista y que me fui a vivir con él, muy a pesar de conocer las diferencias culturales y todo lo que ello implicaba en una relación de pareja. Pero, si lo cuento así, no puedo entender los detalles que me llevan al proceso que necesito hacer, y el blog no tendría gracia. 

Muy rápidamente, después de un par de meses de tener encuentros a escondidas con J, estábamos viviendo juntos, muy organizados, en un apartamento donde teníamos una cama, una hamaca, una mesa con dos sillas y la moto, por supuesto, parqueada en la noches en la mitad de la sala. 

Después de unas semanas compramos una nevera, pero nada de eso parecía importante, porque a pesar de vivir en un pueblo que llega a los 45 grados centígrados en los Montes de María, yo sentía que nada me faltaba. Lo tenía a él, ¡¿para qué quería agua fría?!

Lo que yo no calculé muy bien fue el efecto nefasto de meterme con el galán del pueblo, quien no solo tenía una debilidad por las peladitas, sino que tenía varias novias haciendo fila para formalizar su asunto. Una de ellas, con quien  finalmente hizo un hogar, es una mujer muy joven que estaba con él (sin nunca haber tenido una relación "formal") desde los 14 años.

Ella se convirtió en mi peor tormento por los siguientes 3 años. Y ganó, por si quieren saber el final de la historia... ella se ganó el premio mayor del pueblo y yo, valiente contrincante, salí derrotada, pero no por las razones que ella y la familia de mi "marido Montemariano" sostienen y defienden... sino por haber hecho parte de toda esa historia y por haber entrado a competir.

Según la familia de mi marido sabanero, la culpa de que él se haya ido con la otra - a quien dejó embarazada (sobre esta frase vamos a volver) - es casi totalmente mía. Él, sólo responde a estímulos externos y parece que no tuviera voluntad propia por dos cosas: 1. la otra le hizo brujería y por esa razón se la comió casi a diario hasta que quedó embarazada, y 2.porque yo me alejé en un Diciembre, presa del desespero por la infidelidad y la infelicidad. Para las hermanas de mi marido, yo no pelié por él. Por eso lo perdí. Por alejarme, por no coger a golpes a la otra, por no quedarme vigilando sus pasos en aquel Diciembre. Y él, insisto, no tiene voluntad propia porque está con ella por obra de la magia negra y hechizos de amor, amarres, bebedizos de juagadura de calzón, rezos y oraciones que le quitaron la voluntad de decidir... el pobre. 

Para mi "marido" yo tenía la culpa de su infidelidad por dar tanta cantaleta, porque lo asfixie, porque no le di un hijo... y alguna vez osó decirme que estaba cansado de que le preguntara y lo confrontara por sus infidelidades de ese Diciembre, su frase exacta fue la siguiente: 

- Nojoda! Tu hablas de eso como si hubiese sido una corraleja, si eso fue sólo una cachito...

Con esas frases, y culpandome a mí, cerrábamos las discusiones. No solo él me culpaba, después de esas peleas yo pasaba la noche en vela llorando preocupada porque él tenía razón y yo era la responsable de que se estuviera alejando de mí. Al parecer cuando una pierde un marido, la culpa es toda de una. Para las hermanas y las tías me quedé sola y ella se quedó con él porque soy muy frágil y no sé de estas contiendas a muerte. Porque de verdad son a muerte!. 

En un ambiente tan hostil entre mujeres, en el que compiten a muerte por quedarse con un mal marido, por no decir un malparido, la sororidad de las mujeres de la familia de mi gavilán conmigo me sorprendió. Claro, el objetivo de todas ellas era que "lo recuperáramos", porque no se lo íbamos a dejar a esa tal por cual. La otra, además, es una persona antipática, no es agradable, no me genera la más mínima simpatía.

En esos días de tanta tristeza y reflexiones absurdas pensaba cosas de este estilo: "si al menos se hubiera ido detrás de una mujer "buena" yo hasta me sentiría más tranquila... pero es que se lo llevó una cualquiera!!!! Una mujer que ni terminó la primaria, que se la pasa vacilando con todos los hombres del pueblo... una mujer, que al fin y al cabo, era más joven, disfrutaba más de su vida y que sabía que necesitaba un marido.

La muchacha en cuestión, para qué lo voy a negar, a mí no me produce la más mínima simpatía. Me parece que además de estar un poco loca (pero quién soy yo para juzgar!!), es maquiavélica, calculadora, mala persona, vulgar, antipática. No la quiero. No la considero. No la entiendo. Me parece mala persona. Pero ella es una mujer muy joven que sólo quiere un marido que la rescate, y cómo no?!  tiene una vida horrible!. Vive en un pueblo polvoriento donde no tiene ningún futuro promisorio, tiene un hijo con un hombre que nunca ha sido su marido porque nunca ha querido vivir con ella. No tiene opciones laborales, no tiene independencia económica, su familia vive en la miseria, no tienen ingresos, no tiene opciones y no conoce más vida que esa. Yo no la considero, no a ella en particular, pero en mis breves momentos de lucidez entiendo que es el resultado de su contexto, de la historia de pobreza de su familia y de su región, del machismo, de los prejuicios del sistema patriarcal, incluidos los míos. No tiene muchos amigos, las mujeres del pueblo la juzgan y señalan por ser prepago... en fin...que vida horrible. Su único salvavidas parece ser que fue mi "marido". Él se podía encargar de ella. Y ella me odia, me odia con el alma porque él me dio a mí el lugar que ella nunca había tenido tenido. Conmigo vivió, se mudó, se organizó. Por más de dos años la que iba en la moto era yo. Y eso, simbólicamente, tenía mucho poder, la que iba en la moto era "la mujer oficial", son las formas de marcar territorios corporales. 

Sin embargo, la mujer oficial tiene unas obligaciones y condiciones que yo no cumplí. La oficial debe dar hijos, criarlos, tener la casa limpia, cocinar rico, esperar en la casa, no ir a las cantinas, no beber los fines de semana, no tener un proyecto propio (así sea en manualidades), llevarse bien con la familia y cuando toque, coger a trompadas a las mozas. Yo, en cambio, nunca tuve hijos con él, tenía un trabajo y un proyecto personal y viajaba a Bogotá, tenía una vida fuera de ese lugar y de ese entorno. 

Y así, por no querer darle un hijo, por huir por mi vida Montemariana en un Diciembre y por no coger a esta niña a trompadas... perdí a un costeño que amé con el alma. Lo perdí y me perdí un poco a mí misma porque mi vida se desconfiguró para encajar en la suya.

Yo tenía dos vidas, una que me permitía tener perspectiva y otra en la que me hundía en el lodo de las lamentaciones. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Mujer incómoda

El día de mi santo

Plenitud