Los hechos: la dejó embarazada

Una de las escenas más terroríficas en mi "historia de amor" montemariana, fue el día que ELLA, la otra, me envío un mensaje que decía lo siguiente: -"Ya sabes que fulano va hacer papá?". Lo escribo tal cual ella lo envió porque, entre otras cosas, la ortografía era tenebrosa en sus mensajes. 

Yo no sé qué puede pasar por la cabeza y el corazón de una persona que envía un mensaje así. Ese día sentí que me moría de tristeza, no podía reaccionar, lloraba como una niña chiquita, me sentí totalmente desvalida. Ese mensaje materializó el miedo que sentí, viví y acepté durante los más de 3 años que estuve con el fulano. Ese mensaje materializó todos mis miedos, todo lo que yo no quería ver, lo que me negaba a ver, lo que quería cambiar, lo que no quería aceptar. En este momento lo veo así, pero ese día estaba sumida en el drama más novelero de mi vida. Me convertí en ese momento en la mismísima Topacio. Ese día dejé de ser Karen y me convertí en una versión de mí que no quisiera que exista, pero creo que si la niego sólo se hará más fuerte y me puede volver a sorprender por la espalda. No quiero eso. Hoy quiero ver a mi Topacio interior para entender cómo carajos acepté esa situación y por qué no salí corriendo al primer campanazo. Para eso estamos acá. Para escribir, describir, y entre estas letras encontrar las claves de mi reconstrucción, para encontrar a Topacio, entenderla y trascenderla (y, ojalá, darle una palmadita en la espalda y decirle, oye ¡que hueva! sigue tu vida mija, que de amor no se ha muerto nadie!).

En fin, el mensaje malintencionado llegó con su dosis de dolor. Esa noche busqué refugio en la casa de las hermanas del fulano, quienes siempre fueron solidarias conmigo. Lo más patético de todo es que, no contenta con el mensaje que había enviado, ELLA, desde otro número, comenzó a enviar mensajes de felicitación (haciendo toda la estupidez de simular que amigos suyos le escribían a mi número pensando que era el de él) porque se le iba a dar el milagro de tener su familia, y ojalá, una niña. Era realmente grotesco, me imagino a esta persona sentada con alguna de sus amigas maquinando mensajes que me pudieran dañar y doler aún más, todo esto entre risas y una profunda rabia hacía mi, buscando deliberadamente hacer daño. Y del otro lado, la imagen no era mejor, una mujer destrozada llorando (yo), con sus cuñadas enfurecidas respondiendo a esos mensajes, con la misma violencia, con la misma rabia, con la misma vulgaridad. Estábamos, todas, esa noche, enceguecidas, haciendo realidad la mejor trampa del patriarcado: la pelea por un marido. Y yo hice parte de esa escena. 

Siento vergüenza, rabia y frustración al escribir esta entrada. Me avergüenzo de mi misma, pero, nuevamente, no voy a esconder mis demonios, porque no quiero que estén escondidos, quiero entenderlos, dialogar con ellos y ellas. Quiero ver a mis demonios y mis sombras, ponerles nombres y entender de dónde vienen para dejarlos seguir, entender que son parte de mi vida, pero que no estoy condenada a sus designios. 

Esa noche, la noche del mensaje, le pedí al fulano que no volviera. Lloré hasta que me dolieron los ojos. Lloré una semana sin parar. Mis vecinas, preocupadas, hacían mote, sopa de pollo, cosas que sabían que me gustaba comer y se sentaban a verme comer para asegurarse que no me fuera a dejar morir de la tristeza. El fulano tardó varios días en aparecer en la casa y dar la cara. Yo me fui a Bogotá, pasé varias semanas allá, y después de ese viaje, él llegó una mañana a la casa sin avisar. Habíamos hablado muy poco, algunos mensajes y ninguna llamada, tratando de coordinar temas de logística y otras cosas que hacíamos juntos. Una mañana mientras me alistaba para salir a mi trabajo entró a mi casa pues la puerta estaba abierta - cosa muy normal en estos pueblos Macondianos -. Entró y no tuve yo tiempo de emitir un sonido cuando estaba este fulano ahogado en llanto arrodillado en el piso abrazado a mi cintura. Me impresionó verlo así, un hombre recio, imperturbable, grande, fuerte, de manos enormes y al que parecía no moverle nada el corazón, llorando, como un niño perdido. Esa escena no la olvido. Me impactó. Ese día entendí que había más de uno sufriendo en esa historia. Convengamos, el fulano no estaba sufriendo por mí, de pronto le dolería perderme (como oportunidad sobre todo, tal vez hasta algo de cariño habría entre ese malsano amor que parecía más apego que otra cosa). Yo creo que él sufría porque "la dejó embarazada" y eso implicaba un cambio radical en su vida. Él sufría, y creo que nunca voy a saber muy bien por qué, porque nunca me lo ha dicho, pero sufría. Creo yo que buena parte de ese sufrimiento era el hecho de que ella estuviese embarazada. Y la razón por la que escribo esta entrada es justamente esta afirmación. 

El hecho de que la haya dejado embarazada implica varias cosas de acuerdo con la versión que uno pregunte: Para su mamá y su familia, ella quedó embarazada porque ella, gracias a un sortilegio y un buen bebedizo de juagadura de calzón, lo amarró a su destino. Para otros, algunos de sus amigos, la dejó embarazada porque ella es mañosa. No ella, todas las mujeres, y se valen de lo que sea para amarrar a un hombre. Y, finalmente, su versión propia, en la que la dejó embarazada porque ajá. Es decir, en ninguna de estas versiones, este fulano es capaz de tomar una decisión. Es una persona sin carácter, sin discernimiento y sin poder de decisión, quien, además y al parecer sin nociones de educación sexual, se comió sin piedad y sin condón a una mujer que era su "amante", hasta que, por arte de magia, por de malas, por obra y gracia de la cigüeña, esta mujer quedó embarazada. Es decir que el azar, el destino, la suerte, tuvo todo que ver en el desenlace de esta historia, pero la realción nunca se terminó porque alguno de los dos tomara una decisión. Mi punto aquí es, ni él la terminó, porque el embarazo no fue planeado, ni yo la terminé antes porque, a pesar de todo el maltrato que esta relación y esta falta de honestidad implicaban en mi vida y mi dignidad, no quería, no aceptaba, salir de esa relación porque estaba convencida que eso, tan malsano, tan angustiante y tan feo, era amor. 

Con esto quiero cerrar esta entrada: Él no "la dejó embarazada", son dos adultos que asumieron tener una relación afectiva y sexual, con todo lo que eso implica. En este caso implicó un embarazo y el nacimiento de una niña hermosa que nos cambió la vida a todos en esta historia. A esa niña todo mi agradecimiento pues fue el campanazo que me permitió salir corriendo de ese infierno y darme hoy la oportunidad de hacer esta terapia. Les deseo a todos ellos lo mejor, honestamente. Ahora esa pareja tiene 3 hijos, no quiero saber mucho ni poco de ellos, pero me alegra no estar más en sus vidas y que ellos no hagan parte de la mía.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Mujer incómoda

El día de mi santo

Plenitud