Macondo descolonizado

Cuando paso temporadas en Bogotá me acuerdo de las razones que me llevaron a irme de esta ciudad. Y, cuando paso mucho tiempo en la zona norte de la ciudad, ratifico las razones que me hacen disfrutar de Macondo, y hoy quiero contar algunas de estas razones. 
Macondo es el nombre genérico que le he dado en este blog a las diferentes poblaciones del  Caribe donde he vivido y trabajado. 
Hoy, caminando de regreso de la clínica donde está hospitalizado mi padre, hice un recorrido que por muchísimos años he caminado sin mucha consciencia, es lo que pasa cuando nos acostumbramos a vivir distraídos.
Caminando por esta calle del Norte de Bogotá me sentí tan colonizada por una cultura que valora los carros, la ropa, los muebles y las marcas por encima de la vida misma. Todos los avisos de negocios y locales están en Inglés, de hecho, había un almacén que tenía el precio de unos zapatos en dólares. La gente parquea en el paso de discapacitados, pero en eso si no están colonizados sus cerebros, quieren vivir en el primer mundo aparente, es decir el de las formas y las marcas, pero no en el primer mundo donde las reglas son para todos. En fin, la arrogancia bogotana y ese sentirse únicos en el mundo me cansa y me aburre.
Pero, sobretodo, viendo los avisos de las tiendas que venden el mismísimo Fab y el fabuloso que se consiguen en cualquier tienda de barrio a precios razonables, etiquetados casi al doble y con el nombre en ingles, en una tienda que se llama "clean up", me hizo sentir muy feliz de vivir en Macondo y priorizar sus paisajes para mis proyectos laborales y de vida. Ponerle a una tienda de limpieza un nombre en ingles para ir a comprar un jabón caro, nojoda, no entiendo estas prioridades.
Lo que más me gusta de Macondo, además de la opcion de comprar al menudeo en las tiendas mil de Fab o de aceite, es lo que el bogotano prejuicioso odia y critica, esa distancia de la colonización de la apariencia, esa distancia de este aparentar ser de otro país porque se compra ropa de marca y jabón caro. Esa distancia, que puede responder a muchas situaciones, ayuda a conservar algo propio en medio de tanta basura que nos han enseñado a priorizar. Y, sin el ánimo de romantizar la pobreza y la corrupción, viendo esta calle adoquinada con avisos en Inglés, siento que prefiero una calle empolvada donde a las cosas las llaman por su nombre local, donde todavía se oye música local, donde todavía se conocen los juegos y las tradiciones orales, culinarias y la diversidad de productos para alimentarse. Nojoda que pobreza es, más bien, tener que comprarse una botella de fab de 15 mil pesos el milímetro solo por comprarlo en una tienda cara, eso sí,  parqueando el carro caro en el cruce peatonal, con la niñera vestida de enfermera cuidando al niño, y con zapatos que llaman la atención del público que los conoce, porque para mi un zapato es un zapato. 
Me gustas Macondo. Tienes tus vainas pero me gustas. En Macondo me quedo, señoras y señoras, porque en esta ciudad no me quedo ni si na'!

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