La angustia de domingo
Hace
unos años se murió el papá de mi amigo Andy. Cuando hablé con él, unos días
después del funeral, me decía que lo que más le costaba era llenar los espacios
que habían compartido con rutinas de llamadas o visitas. Hoy lo entiendo
perfectamente. Hace unos años le conté a mi papá que yo sufría de este mal de
tripas que llaman "angustia de domingo". Mi papá lo había oído, pero
me confesó que yo era la primera persona de la que sabía que sufría este
estado. Yo no sabría describir muy bien si esto es un estado físico, mental o
del alma, creo que es una emoción que abarca un poco de los tres. Es un poco de
ansiedad, mucho de proyección y miedos del futuro cercano, falta de calma, algo
de desasosiego, algo de melancolía, algo de locura, algo de hambre, algo de sed
y un hueco en el estómago que no se llena con nada. Desde ese día que le conté
a mi padre que yo padecía esta vaina, él procuraba llamarme los domingos
alrededor de las 6 de la tarde para charlar, ahora esos espacios deberán
llenarse con otras conversaciones, otras actividades, películas, dibujos, con
algo... o tal vez no deba llenarlos con nada por un tiempo, dejar ser el vacío,
asumirlo y ya. Mi papá es irreemplazable, en vida me lleno de amor y buena
compañía. No quiero llenar ese espacio con nada, lo extrañaré sin afán de
nada.
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