La niña sin miedo

La niña sin miedo es una escultura de Kristen Visbal que se instaló en el 2017 "plantándole cara" al emblemático Toro de Wall Street. A mí me encanta esta figura, me encanta lo que representa y la he apropiado en varios momentos de mi vida. Me gusta ponerla en mi foto de perfil o mis estados, sobre todo cuando siento que estoy de alguna manera afrontando algo que me cuesta, es una manera de decirle al mundo que la pose de la niña la adopto para mi vida. Durante años me he convencido a mi misma que yo puedo con muchas cosas, que soy fuerte, que puedo sola, que soy autosuficiente. Pero en estos días de profundas reflexiones, mi amiga Anita me hizo notar lo agotada que me tiene el discurso de la valentía. Sí, es cierto, hay que ser valiente, hay que vivir sin miedo, hay que hacerle frente a la vida y las situaciones difíciles para que no nos coman vivos, pero también en algunos momentos vale la pena rendirse y decir, pues nada, heme aquí tristeza, te abrazo, porque no tengo otra forma de lidiar contigo en este momento. 

Como dice la canción de Rolando La Serie que me encanta, Hola soledad, te saluda un viejo amigo, así como el viejo Rolando lo recomendó, esta semana decidí rendirme y saludar a la soledad que me habita. Entendí que necesitaba abrazar el sufrimiento y verlo a los ojos, sin luchar, sin juzgar, sin juzgarME. Así que me entregué a muchas emociones, algunas no muy placenteras. Tich Nhat Hanh dice que no podría haber lotos sin lodo, así como no podríamos conocer la dicha sin pasar por el sufrimiento. Creo que el ejercicio de rendirse al sufrimiento es un camino directo al autoconocimiento, y así, sólo desde una mirada honesta hacia nosotros mismos, nos podemos enfrentar con más calma a nuestros miedos, o a lo que sea que represente el Toro de Wall Street para cada uno (miedo, inseguridad, ansiedad, tristeza, lo que sea). 
Rendirse, o mejor, no resistirse a una emoción, no es sinónimo de quedarse allí estancado. Yo no lo entendía, pero esta semana pude comenzar a ver algunas luces al respecto, y comprendí que el sufrimiento trae mucha información, qué hacemos con ella, esa es la clave del cambio, si es que necesitamos uno. Al no resistirse, al rendirse a una emoción, si nos escuchamos con cuidado, podemos comenzar a ver qué nos duele realmente, de dónde salen las lágrimas, si salen del pecho, de la cabeza o de las tripas. Podemos ver de dónde salen los miedos, si responden a una situación conocida o si simplemente son fantasmas que cargamos a cuestas quizás sin saberlo. Rendirse también es una oportunidad. Y hoy creo que la niña sin miedo es valiente, es fuerte, pero no está parada en posición de resistencia, su fuerza radica en su gracia. Hoy intento llevar la vida con gracia y calma, porque estoy cansada de pretender ser de hierro e inflexible, creo que en la compasión por mi misma puede haber también valentía. Creo que en la calma se puede gestionar mejor el miedo, tal vez algunos días haya que sacar más ferocidad que otros, también es bonito entender (y esto viene de la revisión interna) que nos pueden habitar muchas versiones de nosotros mismos, la niña sin miedo, la mujer en expansión, Atreyu en el oráculo del sur, Karen sin miedo, Karen Valiente, Karen cansada, Karen en la primera línea de su propia vida, y algunas veces también Karen mirando a Karen desde la banca del fondo del bus, o Karen sentada en una mecedora en la terraza de su casa en Macondo, pensando en el Toro de Wall Street. Lo cierto es que Karen no se las sabe todas, y hoy no tiene miedo de reconocer que le hace falta su gente para gestionar este momento, y que aceptar eso no me hace menos valiente. 




 


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