Caminando

Hace tres meses estaba un sábado sentada en esta misma silla muy angustiada, muy descontrolada, muy preocupada, muy triste, muy desesperada. Hoy estoy mucho más tranquila y eso se debe a que el tiempo cura muchas cosas, al efecto de la terapia, a los buenos amigos que me acompañan, a la reunión con mi familia, a algunas decisiones que he tomado, y sobre todo, se debe a la aceptación. Sigo triste, la tristeza sigue allí, en el corazón, pero no siento que mi vida se me escapa de las manos. Hoy no, hoy estoy mejor, y eternamente agradecida con la vida, el universo y las circunstancias que me tienen aquí, disponiéndome a salir a caminar. Me encanta caminar, siempre ha sido así, desde niña camino, me muevo, subo y bajo montañas, en una salida de esas conocí a mi amigo Stefan, con quien durante años hemos seguido caminando, subiendo y bajando otras montañas, echando paso en discotecas y casas de amigos, subiendo y bajando por las calles de Bogotá, pero sobre todo caminando la vida, que es lo que me dispongo a hacer, y voy, entre otras cosas, en busca de la compañía de Stefan. No hay nada como un buen amigo, un viejo amigo, para recordar uno quien es y que lo ayude a enderezar nuevamente el caminado. 

Me dispongo a caminar más trochas y caminos de este país y de otros, de los que se me pongan enfrente, porque necesito seguir llenando mi vida de buenos recuerdos, de historias y buenas experiencias, hacer lo que me enseñó mi papá, moverse y ser feliz, porque no vinimos a esta vida a otra cosa que a eso, a ser felices. 

Mi vida no ha cambiado radicalmente ni creo que lo haga, porque tengo muchas más certezas de las que yo misma entiendo. Hoy me decido a caminar, moverme un poco, aligerar algo el peso, no habrá cambios radicales, habrá movimiento y nuevas experiencias. No me voy a dedicar de repente a la enfermería, porque la verdad es que amo lo que hago, no solo es mi trabajo, es mi pasión y responde a mi convicción sobre lo que es justo para este mundo y este platanal en el que vivo. Tampoco me voy a pintar el pelo de colores, ni aprenderé a usar tacones, porque a estas alturas de la vida entiendo que aún después de mis 40 me sigo sintiendo más cómoda en Hoodie y Tennis. La comodidad sigue siendo mi prioridad estética, muy a pesar de mi Gabri, quien sufría por verme con chaquetas de montaña en restaurantes en el centro de París. 

También sé, y esto creo que sí es nuevo, que soy una mujer con mucho por disfrutar y aprovechar aún en mi vida, que me reinventaré las veces que sea necesario, que así como armo una casa tengo la capacidad de desarmarla y volver a usar una maletica para moverme. Esta casa que me acogió estos años fue un maravilloso refugio durante la pandemia, ya es hora de hacer un cambio. Voy a hacer un cambio, pasar de la estabilidad física para buscar un refugio más real e imborrable, del que nunca nadie me podrá sacar, un refugio que seré por y para siempre yo misma, porque conmigo me quedo. Me quedo conmigo, me escojo cada día y me aprenderé a disfrutar en los días buenos -cuando me da por cantar y bailar desde carranga hasta salsa - hasta en los días tristes cuando me sumerjo en estados de tristeza de los que siempre, hasta ahora, he encontrado una salida. Me voy a volver mi mejor versión cada día, con lo que venga y con lo que se vaya. Agradezco de este tiempo el aprendizaje sobre la impermanencia, gracias, es lo mejor que he podido aprender, así me duela y me cueste mucho todavía, es lo mejor que he podido aprender. 

Caminando, el que quiera encontrarme que me acompañe a caminar... le haré honor a Rubén Baldes https://www.youtube.com/watch?v=Q4rHIe2z7-0, al Joe Arroyo https://www.youtube.com/watch?v=x9T_bBInUOg, a Joan Manuel Serrat https://www.youtube.com/watch?v=vIEUWDYVpHg a mis años de montañista, a mi alma que me pide ponerme en marcha y caminar. Caminando se aprende en la vida, caminando se cura la herida del ayer, caminante no hay camino, vamos a ver qué me sigo encontrando. Voy abierta y dispuesta. Voy agradecida.


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