Las múltiples versiones de la sanación

¿Qué quiere decir sanar?  Sanar puede significar muchas cosas, sanar el cuerpo, sanar una dolencia física, sanar el alma, sanar una relación, sanar las heridas. Sanar es un proceso que en cualquiera de estas opciones implica un reconocimiento de que algo va mal, que algo duele, que algo no está acomodado en el lugar que es. Hay algo que está desajustado, descuajado, desacomodado, que duele, que pica o que incomoda, y eso se debe sanar. Si las cosas no se sanan siguen doliendo. Si las cosas no se acomodan siguen incomodando... si no buscamos soluciones, nos quedamos estancados o adoloridos, incómodos e innecesariamente atascados en la "comodidad" de una situación conocida. Porque yo sí creo que hay dolores que logramos acomodar de manera que no se vean mucho, que no duelan tanto, pero que nunca sacamos a la luz y en la sombra siguen estorbando.

Sanar es un proceso que implica enfrentarse a esa incomodidad y darle paso a otro estado físico y mental, y sobre todo otro estado del alma. Sanar es cambiar de sitio, de perspectiva, de postura. Sanar es cambiar, y cuando se hace bien y se hace a consciencia, los cambios cuestan trabajo. Sanar implica un trabajo, un compromiso con uno mismo, un movimiento. Sanar implica observar lo que nos gusta y lo que no. Recuerdo que cuando era niña me caía mucho y como casi siempre estaba en uniforme me raspaba las rodillas. Me gustaba mirar las costras y algunas hasta las guardaba, cosas asquerosas que hace uno de niño. Hoy pienso en el gusto que me daba ver ese proceso de ver una herida secarse y tomar otra forma, no sé por qué guardaba las costras, cuando mi mamá se dio cuenta las botó todas. No podría hacer lo mismo ahora con mis cicatrices, las que me han dejado las dolencias de este año, pero sí las puedo ver y las puedo tratar de honrar como el resultado de un proceso en el que estoy buscando un camino más tranquilo y sobre todo más honesto. Honesto porque quiero dejar de decirme mentiras, decir que la herida ya sanó cuando aún está medio abierta y duele. No quiero decirme que ya no me duele nada cuando me veo aún caminando medio chueca, de medio lado, mirando medio borroso aún, con un dolorcito como de ciática que viene y se va, que tira y afloja. 

Sé que en la vida siempre habrá cosas que van a doler, la vida no es indolora. Siempre habrá algo que aprender, trabajar, superar, pero no quiero ser una colección de temas sin sanar, no quiero seguir acumulando pendientes, dolores e incomodidades. La forma más honesta que encuentro en este momento de ir sanando vainas es, entre otras, enfrentarme a este blog y poner en esta hoja las cosas que me pasan en la cabeza y el corazón. Una vez mi amiga María Clara me dijo sobre estas entradas que se identificaba con muchas de estas historias, y me alegra poder poner en palabras cosas que ayuden a la gente cercana a mi corazón a ordenar sus propias ideas, pero en el mismo mensaje también me dijo que no me olvide de escribir siempre para mí misma, y así trataré de hacerlo. Hay post que comparto y hay algunos que no, pero en el ejercicio de compartir estos escritos también voy encontrando un espacio para sanar algunas heridas, o parte de ellas. Yo sé que este camino de andarse sanando está de moda, agradezco y bendigo la hora en que se puso de moda que nos volvamos (al menos una parte de nosotros los humanos) más conscientes, más tranquilos y que busquemos la paz en sanarnos. Este año y el anterior han sido tan difíciles y retadores para todos, que creo que a todos nos viene bien una dosis de sensatez para el aprendizaje, porque la vida nos dio palo. Y acá seguimos. 

Entre muchas otras, este blog, mi terapia, los libros, las amigas, he encontrado que una buena estrategia para sanar ha sido entender qué quiero de mi vida y pedirlo al Universo tal cual lo quiero. He pedido muchas cosas, pero sobre todo compartir momentos con la gente que quiero. Este fin de semana, por ejemplo, tuve un viaje maravilloso a mi tierra pues tuve la oportunidad de compartir mucho con mi familia, con una tranquilidad que hace días no sentía. Además de mi familia, tuve que priorizar a algunos, porque quisiera verlos a todos, pero decidí pasar un tiempo con mis viejos amigos de la Universidad y tuve un maravilloso encuentro que me devolvió la sensación de pertenecer a algún lado que me hizo mucho bien. Saber que mi adorada Glenda siempre está es un alivio para mi alma, porque siento que ella representa a mi familia escogida. Saber que Valeria y Jero siguen ahí en mi vida, tan intactos en el afecto y en las convicciones como hace más de 20 años, me devolvió una buena dosis de esperanza. Saber que cuento con el refugio de Amada y sus peludos me da una sensación de tranquilidad que agradezco en el alma. Ver a Roberto me conmovió en el alma aun después de tanto tiempo. Saber que cuento con tantas personas alrededor para entender este momento de la vida me hace sentir más tranquila. 

Me concedo algo, hace un par de meses salí corriendo de esta ciudad en busca de estas sensaciones que describo arriba y en otras entradas. Hace apenas un par de meses me sentí muy al borde de pasar un límite muy oscuro en mi vida, y la luz que me mostró el camino de salida tiene muchos nombres propios y es mi gente y mi red  a quienes no me canso de agradecerles. Me concedo hoy, que me veo a mí misma sentada en la misma silla en la que estaba perdiendo la cordura en Septiembre, que he aprendido y he sanado, que estoy mejor, que estoy viva, que acá estoy, y si hacen parte de estas personas que reciben estos escritos, seguro han ayudado mucho a que yo siga dando lora hoy, así que gracias!

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