Karen y el amor...


Estoy cada vez más convencida que la vida nos pone constantemente a prueba, que nada pasa por casualidad y que todas las personas que llegan a nuestras vidas vienen a cumplir una misión, son mensajeros que nos traen aprendizajes. También estoy cada vez más segura de que todo en la vida, cada cosa que nos pasa, pone a prueba nuestras debilidades para ver qué hacemos con ellas. Creo que, como me lo trataba de explicar Anita hace años, las parejas llegan a nuestras vidas no para hacernos felices, sino para hacernos conscientes...hemos llegado a uno de los asuntos espinosos de mi vida, la vida amorosa y de pareja de Karen. Este es un terreno espinoso y complicado, de hecho, es la razón de ser de este blog pues lo comencé como parte de un ejercicio terapéutico después de una ruptura muy difícil con mi marido montemariano. Este es un episodio muy complicado de mi vida y sobre todo de mi psique, lo he abordado desde varios ángulos y hoy, será por la luna llena y por otras historias en las que también ha quedado embolatado un pedazo de mi corazón, me lanzo al ruedo para tratar de describir en este lienzo, y pintar con estas letras, esta cantidad de emociones que me desbordan. 

Yo he sido siempre, desde niña, una persona enamoradiza. A mí me criaron en un entorno en el que los príncipes existían y nos iban a sacar de la casa, pa´ casarnos y ser felices. En el colegio en el que me educaron me enseñaron ante todo a ser ama de casa, pues era lo que se esperaba de mí, que lograra el fin último y feliz de tener un marido y unos hijos, mi propia casa y mi propia familia. La panacea de la vida era esa imagen: uno de la mano de un marido y un par de pelados que iban a hacer la misma vida que uno. Quién querría verse solo a los 43 en una ciudad del Caribe, sin marido y sin hijos, nadie! ninguna de las personas que conocí en mi infancia me hubiera deseado tan mala suerte. Pero resulta que la vida es una suma de muchas experiencias, de muchas vivencias, de muchas historias, a las que hay que sumarles la genética, la crianza, el carácter, la generación, la moda, la música, y el discurso. Yo la verdad es que no sé de dónde me salió esta idea de no casarme y no tener hijos, honestamente no lo recuerdo, pero pues los años fueron pasando y mis decisiones de vida me fueron llevando en esta dirección, la de ser una mujer madura, en sus 40, que ha hecho su vida sobre otros cimientos. La independencia, el trabajo, conocer el país, la conciencia social, yo no sé. A los 15 años me leí un libro que se llamaba "Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia", a esa misma edad dedicaba los martes y jueves en la noche a visitar niños en las calles de Bogotá con una Fundación, me vestía raro, oía una música distinta, de ahí nació mi hermandad con Anita, por ser raras, por ser anormales, no sé en qué momento yo asocie todo eso a una elección de vida más compleja, no casarme, no tener hijos, no tomar ese camino. 

Mi vida amorosa ha sido un baile con varios ritmos. Quienes me conocen bien me han acompañado a llorar al menos una tusa, porque tengo una capacidad de enamorarme que parece sacada de Hollywood, pero con la diferencia que la mayoría de veces o me estrello o me aburro, me hacen daño o hago daño, no existe en mi historia el final feliz del "Vivieron felices para siempre". La verdad tengo mi ser divido en dos verdades, una por allá en el fondo que busca ESE final feliz, y otra mujer que me habita que me dice que no hay UN final feliz, sino muchos días felices, algunos con compañeros y otros en soledad, y que eso también está muy bien. 

Tengo una idea del amor muy arraigada en el inconsciente, y ando también en una búsqueda personal que me lleva en otra dirección, y como ni yo me entiendo, siempre termina tronando mi vida sentimental en unas historias en las que primero estoy feliz, luego embolatada, luego o vuelta pedazos o haciendo a alguien pedazos, y después de unos años entendiendo rasgos míos cada vez más profundos. Esos me los reservo por ahora, no por el blog, porque no tengo idea si me anime a publicar esto, sino porque aún no quiero destapar algunas latas de sorpresas en mi subconsciente. La vida amorosa es, en mi caso, la cajita de pandora de la que salen todas las sorpresas de los mandatos familiares, por lado y lado, la cajita negra que guarda años y años de historias de un machismo y un orden patriarcal muy arraigados en mi familia, y unas historias de mujeres enterradas en el barro que yo no quiero repetir. 

Heme aquí, un viernes en la noche, despechada como estoy, no solo por los eventos tristes del año, sino porque se terminó mi relación de pareja, y no porque yo lo quisiera así. Ni siquiera entiendo por qué se terminó, pero ya no quiero seguir haciéndome esa pregunta porque siento que no tiene sentido. Entonces,  heme aquí, un viernes en la noche, otra vez (vida hijueputa) entusada. La diferencia es que hoy quiero pedirle a la luna llena del eclipse que me muestre algo de luz, algo distinto, un mensaje más sano sobre esta situación, porque, como lo escribí hace unos días, llegó la hora de vivir sin dramas, y el asumir las relaciones de pareja como novelas no le hace bien a nadie. Tenemos el cerebro formateado para las relaciones románticas y esto nos hace tanto daño. Yo voy caminando por la calle con este vacío en el estómago, con estas ganas del otro que se largó, y veo a la gente caminando por la calle y me preguntó cómo hacen para ser felices y si será que yo soy la única persona infeliz en el planeta. 

Convengamos, mi idea del amor es absurda, y tiene un tinte medio raro de novela. Como ando en este plan de ver, leer, oír y aprender de gente más iluminada, oí una charla de Sadguru en la que explica que uno de los problemas más graves de las relaciones humanas es que las personas pensamos que las relaciones de pareja son ABSOLUTAS. Esto lo entiendo como un estado estático de la relación que tal vez se parece mucho al de Disney y al de Hollywood, porque solo nos botan una frase absurda "Y vivieron felices para siempre", pero nunca nos lo muestran, como si conocer a alguien y enamorarse fuera tan sencillo como tomar una foto que nunca cambia. Pero resulta que la vida y los humanos estamos en constante movimiento y que la impermanencia es la única verdad. La vida se mueve, la gente cambia, y hay personas que no soportan eso. Que no quieren, ni pueden lidiar con la impermanencia. Hay otras que no pueden ni quieren lidiar con sus propias emociones, pero pues cada uno en su rollo. Y así es, las relaciones no son un estado absoluto e inamobible del ser. En ningún lugar ni en ningún momento de la historia de la humanidad las relaciones serán absolutas, cada persona hace lo que quiere hacer, eso no está bien o mal, cada persona está donde quiere estar, y si eso nos causa dolor o malestar es sobre todo por nuestra necesidad de controlar al otro. 

Hoy me digo a mi misma Paciencia, cada uno está donde quiere estar, donde el universo lo acomodó y es, ojalá, para el mejor bien y beneficio de cada uno. Necesitamos entender que las relaciones son realidades variables, no absolutas. Si mis ilusiones se quiebran hoy es tal vez porque la vida me está acercando a la naturaleza de mi propia vida. Por qué mi vida está tan vacía para necesitar que otra persona esté a mi lado para sentirme feliz, completa, plena o realizada. Por qué siento que mi vida es media vida sino tengo pareja. Por qúe, desde que soy una niña, tengo en la cabeza que hay algo mal conmigo porque ningún man se casó conmigo. ¿Acaso yo quería eso? ¿De verdad soy tan infeliz sin marido y sin hijos?...La verdad, mi vida está llena de otras cosas, y no sé si una pareja sería la respuesta... no lo sé. No creo, pero aún hay que convencer al Mr. Hyde que me habita, yo la llamo Topacio de cariño, cada día me da más desespero y me dan ganas de ahorcarla cuando se monta en unos dramas de concurso y no me deja dormir. Esa, la Topacio que me habita, me hace unos berrinches a ratos que me quitan mucha energía. Ya está, escrito está, acá me voy desenredando, poco a poco. Como dice mi Judy, un hilo a la vez, porque todos los hilos de la vida no se pueden ordenar al mismo tiempo. Hoy jalé de uno de los que más me duele, me lo permití. 

La vida está llamando a mi puerta para que me arregle yo, no para que arregle a nadie más. Esta es una oportunidad para ver lo frágil que es una relación de pareja y para entender que en ese trauma no están todas las respuestas, tal vez es el momento de entender que Karen está completa con todas esas versiones que la habitan, incluso las que menos me gustan. Tal vez, tal vez, sea el momento de hacer las paces con Karen y disfrutar su deliciosa compañía. Karen cocina rico, charla, conversa, canta y baila mal, se ríe, Karen es una buena compañía, no sé por qué Karen no se ha dado cuenta de eso. 

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