Una vida sin tragedias
La vida siempre tendrá situaciones difíciles de afrontar y de vivir. A todos
nos ha pasado algo que nos ha marcado la vida, todos hemos experimentado el
dolor, todos y todas hemos sido atravesados alguna vez por una contrariedad.
Pero no todos hemos vivido tragedias. Me atrevo a decir esto porque recojo aquí
esa maravillosa enseñanza de que una cosa es el dolor y otra es el sufrimiento.
Y creo que, gracias al trabajo interno, a la manera en que afrontamos las
situaciones, y a lo que aprendemos en nuestro entorno, podemos aplicar o no esta
idea de que no todos hemos vivido tragedias.
Las novelas marcaron mi vida y por muchos años he intentado sobre ponerme a
estas enseñanzas absurdas sobre el amor, el sacrificio y el sufrimiento. Cuando
era niña en las mañanas pasaban muchas novelas en televisión y eso era lo que
veía en las vacaciones. Cuando crecí, la franja de las 8 de la noche se
convirtió en el espacio nacional de la novela, y esta maña de ver algo a las
8:00 pm se ha convertido para mí en una necesidad que he buscado suplir con
otras cosas (lectura, aperitivos con amigos, alguna serie) pero hay algo en mí
que no termina de acostumbrarse. El hecho es que cuando estaba en la
Universidad la franja de novelas iba de 8 a 11 pm y hasta nombre de remedio le pusieron
en RCN (Nofralosobeno) ... les dejo la tarea de descifrarlo. Por más que me avergüence, este espacio de escritura tiene un fin terapéutico y debo hablarme a mí misma
con la verdad, y sí, pasé más tiempo del que hubiera querido viendo novelas y
recuerdo que cuando terminé mi primer noviazgo significativo mi amiga Anita me
decía desesperada que por favor entendiera que la vida no era una novela.
Afortunadamente en mi vida hubo mucho más que encierro para ver novelas (muchos niños crecieron encerrados en apartamentos frente a televisores) y tuve
una infancia y adolescencia muy felices en el Barrio en el que crecí. Gracias a
mis amigos del barrio también corrí, jugué, salté, me escondí, vi películas y
recuerdo mucho más que los capítulos de las novelas, pero sí fue mucho tiempo el que pasé viendo novelones, y eso hizo mella en mi mente.
La mente es el centro de mi trabajo personal en este momento. Mi mente es el
centro de mis reflexiones y ocupaciones, estoy dedicada a pensar sobre cómo
pienso y a corregir, haciéndome consciente de mis pensamientos, los
patrones de pensamiento que me habitan. En mí habitan muchas versiones de mí
misma, y todas ellas han sido alimentadas por ideas que han tomado fuerza en mi
mente. Hay versiones coloridas, hay versiones divertidas, hay versiones
reflexivas y hay algunas muy opacas y melancólicas. Hoy me atrevo a decir que
esto último se lo atribuyo en buena medida a las novelas y a la manera como en esta
sociedad en la que crecí me enseñaron que las cosas malas que nos pasan son
tragedias. Es más, nos enseñó que las cosas que no salen como queremos o
planeamos, son cosas malas y las volvemos tragedias. En la vida no NOS pasan
cosas, las cosas pasan, los eventos se dan, la vida de cada uno está cruzada
con la de otros siete mil millones de personas o más, todos habitando un
planeta en constante movimiento. Por qué entonces pensamos y sentimos que las
cosas NOS pasan, como si la vida se propusiera en un tablero mágico, como una
carrera de obstáculos, definiendo qué le vamos a poner a Karen a ver cómo se las arregla. Esta
idea me hace pensar en Matrix, ¿estaremos acaso sumergidos en unas capsulas de
gelatina babosa, respirando por tubos, dormidos e inconscientes, jugando como
fichas en un ajedrez? No lo sé, es una buena pregunta, pero no tengo cómo
responderla, lo que sí tengo cómo responder en este momento es que a mí las
cosas no ME pasan, me pasaban tal vez en algún momento, pero hoy en día no ME
pasan, las cosas pasan, las personas SON. Las personas no TE hacen cosas, no ME
hacen cosas, las personas hacen cosas, gritan, olvidan, ofenden... es su
camino. Lo único que puedo controlar es no vivir cada cosa como una tragedia.
Ni siquiera la muerte es una tragedia. No quiero de ninguna manera subestimar
el dolor de nadie, esto es una reflexión autorreferencial, me refiero a mí, a mis
vivencias y a lo que me funciona en este momento. Porque me doy cuenta y reconozco
que esa visión novelera y trágica de la vida me ha traído mucho sufrimiento y
me ha hecho perder mucho tiempo.
Una de las cosas que me gustan de Macondo es que hay situaciones que se
viven con una naturalidad y una tranquilidad inigualable, dramas que se vuelven
chistes, situaciones tristes que se vuelven canciones, y así se le baja el tono
al drama, y es tan refrescante. Puedo decir con mucho agradecimiento que en mi
vida no ha habido tragedias, que he sido muy afortunada, que las novelas que viví
en el pasado me han servido de aprendizaje. Me hago cargo de eso, tal vez le
regale un guion para un capítulo a la Rosa de Guadalupe, pero recomiendo
honestamente que llenemos nuestros espacios vitales de otras cosas, de otros
contenidos, de cosas más creativas, a veces la mente se va llenando de basura y
luego nos sentimos presionados y llenos de juicios para cumplir con unos estándares
de vida que no nos corresponden. Viví mi vida como una tragedia por años, escribí cuadernos enteros repitiéndome y reafirmándome cómo cada cosa que pasaba era lo peor, sobre todo en referencia al amor. Y hoy tuve un rato para repasarlos y veo las mismas situaciones desde otra perspectiva y lo agradezco, porque las novelas son buenas para leerlas, no para verlas en televisión y menos para repetirlas en la vida propia.
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