Las cuatro fiestas
La primera fiesta es la noche de
las velitas, me gusta mucho cómo se celebra en la costa caribe esta fecha, en
la madrugada del 7 de diciembre salen a la puerta de las casas todas las
familias a prender velitas, toman chocolate, comparten, y en los pueblos la
gente acostumbra a dar una vuelta para ver la iluminación que ponen en los
sitios públicos y en las demás viviendas. Es una fiesta que dura un par de
días, con el paso de las horas las familias y amigos comienzan a reunirse, a
echar ron, a poner música más fuerte y así se decreta el inicio de las fiestas
de diciembre.
La segunda fiesta es la
celebración del 24, las familias se reúnen y no pasa nada muy distinto a lo que
ocurre en el resto del país. Hay cenas, todos beben, cantan, comparten regalos,
rezan la novena, nace el niño dios, la celebración religiosa se convierte en
bacanal pagano bañado en ron, aguardiente y música a todo timbal en cada
casa.
La tercera fiesta es la celebración
del 31, esta fiesta dura un par de días. Una de las costumbres más comunes es
que la fiesta para recibir el año nuevo se empata con sancochos y asados el 1 y
2 de enero, familias y amigos se reúnen en ríos, fincas, casas de campo, siguen
la parranda sin pensar en ómicron ni en nada parecido, y enceguecidos por la
felicidad que da la nueva oportunidad de un año que comienza, todos y todas
disfrutan de la música y la algarabía general que se respira en el
ambiente.
La cuarta y última fiesta es la
del 6 de enero, que marca no solo el fin de las fiestas de diciembre sino
también el comienzo de la temporada de fiestas de los pueblos y carnavales que
van hasta semana santa. Desde el 5 de enero comienzan las corralejas, los
fandangos y las parrandas que organizan en los pueblos. La gente se viste con
las mejores pintas de diciembre y derrochan gracia en las pistas de baile.
Tiene sentido que en la costa Caribe se dediquen a las fiestas entre diciembre
y enero pues es la temporada más seca del año. Las lluvias llegarán hasta abril,
y mientras tanto, el bosque seco pierde todo se follaje para protegerse de la
falta de agua y guarda todas sus reservas para conservar la humedad que hay en
el suelo y gastar la menor cantidad de energía posible en mantener la vida de
una flor o el verde de las hojas, esas son cosas que se pueden hacer cuando
abunda el agua, en la primavera y el invierno. El verano en el caribe es para
guardar energía, para dedicarse a la contemplación, para planear, o para
repasar el tiempo que ha pasado. No es un tiempo para sembrar, ni para
preparar la tierra, el sol es abrazador y el clima no acompaña las actividades
del campo, tiene sentido dedicarse al compartir y celebrar para pedir que el
año nuevo traiga ciclos productivos favorables, buenos tiempos, mejores tiempos.
Yo me siento un poco como el
bosque seco o como el águila que se arranca las plumas y las uñas antes de
renacer. Estoy un poco así, desplumada y sin flores, en un momento de
introspección y revisión. No estoy de ánimo festivo, y me pienso seguir
permitiendo mi apatía decembrina. Este año no habrá para mi cuatro fiestas,
sino momentos de descanso y de revisión. Como el bosque seco estoy guardando
mis reservas de energía para cuidarme a mí misma, porque el entorno a veces se
pone espinoso, así que bueno, a su debido momento llegará la primavera. Como
el bosque seco dejé caer el follaje y me estoy resguardando en mis reservas internas
de agua, de luz, de alimento y de amor, en ellas me estoy cuidando mientras
comienza un nuevo ciclo.
Comentarios
Publicar un comentario