Mariposa
No sé pintar, nunca
me he enfrentado a un lienzo en blanco, pero siento que una hoja en blanco
puede producir de alguna manera una sensación similar: qué escribo, qué cuento,
qué quiero decir, qué quiero esconder... hasta dónde me quiero exponer y qué
tanto me ayuda este ejercicio a crecer. Me hago varias preguntas cuando no
estoy sentada ante las entradas en blanco de este blog, pero cuando me siento
aquí, algo pasa, y la cabeza se desprende de los hombros, todo se aliviana, me
concentro, me identifico con cada letra y cuando me doy cuenta, ya está hecho,
hay un texto, hay una reflexión, estoy yo ahí reflejada en estas letras. Estas
historias, que no son más que mis ideas que van cambiando, me ayudan a ordenar
mi mente y hoy les pido que, además, me ayuden a frenar la ola de imágenes
autodestructivas que representan cada uno de mis miedos.
Yo empecé este blog
como parte de una terapia cuando vivía en Montes de María y estaba enganchada
en una relación bastante tóxica. No sé de dónde salió la moda de darle este
título a las relaciones que nos hacen daño, pero me parece bien, me cuadra la
imagen, porque siento que en estas relaciones nos vamos envenenando y
finalmente algo tóxico es algo que nos hace daño desde adentro. En esa relación
me perdí completamente a mí misma, me desdibujé, me desenfoqué, perdí por muchísimo
tiempo la noción de realidad, de conciencia. Entregué mi paz por completo a la
necesidad de retener a alguien a mi lado, como quien busca retener el agua de
un río entre los dedos... imposible atajar al viento, imposible tapar el sol
con un dedo, imposible retener a una persona, pretender controlar sus acciones
y sus emociones. Sufrí tanto, tanto, en ese tiempo, pasaba horas llorando,
intranquila, elucubrando, imaginando, recreando en mi cabeza las imágenes más
destructivas hacia mi persona. Alimenté por años un dialogo mental malsano,
doloroso, autodestructivo. Me perdí. Perdí la noción de la realidad, actuaba de
manera inconsciente.
Hoy estoy en proceso
de salir de una relación en la que no me siento cómoda, vamos a ver si esta es
la vencida, confío en este lugar de consciencia y me agradezco, porque he hecho
un proceso para poder llegar hasta aquí.
En un podcast sobre
las relaciones de pareja Walter Riso explicaba que el apego corrompe, que
implica la propia dignidad, que nos mantiene intranquilos porque en el afán de
tratar que todo esté bien para que el otro no quiera irse, sacrificamos nuestra
propia integridad para que todo se acomode a las condiciones que nos pone el
otro, y no se vaya. Esto agota. No hay nada más desgastante y nada drena más la
energía que la pensadera y la intranquilidad para que el otro no se vaya, para
que no nos abandone. Pero la gente se va, la gente quiere a quien le da la
gana, la gente decide dónde quiere estar, y eso no depende de uno, no podemos
controlar a las personas, a veces ni siquiera logramos controlarnos a nosotros
mismos. Esta semana tomé yo la decisión de cortar una situación que ya no
quiero porque me genera intranquilidad y desasosiego. Me mentí a mí misma por
semanas diciendo que eso era lo que quería porque ese otro que representa el
amor estaba presente, pero mi cuerpo y mi alma me gritaron muy fuerte que así
no estábamos bien, que así no, que por ahí no, como la vocecita interna de
caperucita cuando sabía que no debía meterse por el camino largo del bosque.
Entonces decidí liberarme de mi propia obstinación y mi necesidad de control y
me rendí a la realidad, estaba nuevamente perdiendo la consciencia y el control
de mi propia vida y de mis pensamientos. Me vi a mí misma hace ocho días
vulnerable, frágil, insistente, intensa, asustada, buscando retener el agua de
un río y viendo con desesperación que se me iba de las manos... y entendí,
gracias a todos estos ejercicios de consciencia plena, de terapia, de trabajar
el desapego, de volver al centro, que estaba luchando contra mí misma. Así que me
rendí, decidí controlar lo que puedo controlar que son mis decisiones. Me acogí
a la realidad de que nadie es responsable de mi felicidad, y si no estoy a
gusto con una situación pues sin más drama me aparto, y circulo, y fluyo con la
vida, confiando en que cada quien está donde debe estar y que la vida es
maravillosa tal cual es en el presente.
Ayer en la noche, en
un espacio delicioso de cuidado que estamos construyendo con un grupo de amadas
mujeres que están en mi vida, hablamos, coloreamos, escribimos, nos acompañamos
y leímos un cuento del libro “Mujeres que Corren con los Lobos” de Clarisa
Pinkola, https://www.youtube.com/watch?v=xqPbS_fDfCQ es el cuento de la Mariposa...
La historia me conmovió
hasta lo más profundo, porque el mensaje, para mí, es que no debemos cansarnos tratando
de explicar quiénes somos, que n
o debemos ajustarnos a ninguna imagen, que las
expectativas agotan y que las mariposas pueden ser de cualquier color. El
cuento describe un ritual en el que participan
varios grupos indígenas en
Estados unidos y México, un evento muy grande que sucede una vez al año.
Pinkola describe cómo la gente llega expectante a ver el baile central de la
mariposa, y que la mariposa es una mujer mayor y gorda, vestida con un traje cualquiera,
bailando, siendo una mariposa, hermosa en toda la amplitud de la palabra, ante
la mirada confundida de los asistentes que esperaban otra cosa. Entendí en esta
lectura que no hay nada más lindo que poder bailar en libertad, sin que importe
la mirada del otro, sin que importen las expectativas, sin que importe nada.
Sentí, leyendo esta historia, que forzar una historia de amor a las condiciones
que dicta el apego es como tratar de frenar el paso del tiempo. Me sentí anoche
como esa mujer mariposa bailando cómodamente con su cuerpo fuera de los
estereotipos de las bailarinas convencionales. Me sentí como esa mujer más
madura, menos infantil, a quien no le importa si alguien esperaba a una
90-60-90 en una trusa tornasolada. Me sentí como la abejita del video de Blind
Melon, No rain (https://www.youtube.com/watch?v=3qVPNONdF58) , bailando con mi barriga al aire en una trusa que me gusta a mí
y solo a mí. No quiero encajarle perfectamente en la vida a nadie más que a mí,
y si eso implica soltar y dejar ir, pues acá seguiré bailando con quien no
sienta miedo de acompañarme, tal cual soy, como la mariposa del cuento.
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