Pararse en la otra orilla...
Pararse en la otra orilla no implica simplemente tomar un barco y hacer un trayecto a otro lugar, pues a lo que me refiero es a estar en otra orilla de la propia vida. Para eso se necesita hacer un viaje más complicado, o al menos así me lo parece, así lo vivo, me reconozco que lo intento y que hasta en medio de tanta tempestad me lo estoy disfrutando. Me siento de alguna manera como la primera vez que emprendí un viaje a algún lugar nuevo, la primera vez que me montaron a una lancha para conocer las playas de cinto en el Tayrona, algo que me asustaba, un viaje movido, y que a pesar de ser muy pequeña me permitió disfrutar hasta del miedo.
Hoy
me siento embarcada en un barquito de papel en medio del mar, pero aguantando,
sin remar, para que el viento y la vida me lleven a un mejor lugar. Confío en
que este viaje entre tormentas, en el que me he sentido a ratos como un náufrago
a la deriva, perdida, sola y con sed, me va a llevar a un muy buen destino. Hoy
no me siento tan fatalista, hoy este no será el relato de náufrago, pues he
navegado ya hace un rato y me siento mejor, más tranquila y escribo desde un
lugar más luminoso. Ya las nubes se apartan y se ve el sol.
Hoy
siento que me estoy bombardeando de información, que no he parado de leer, de
escuchar, de ver, de tratar de entender lo que sea que me permita tramitar sin
sufrimiento la ausencia de mi papá, las muchas situaciones que me han dolido en
estos últimos meses, la enfermedad, las mil vainas que han pasado, y ojo, digo sin
sufrimiento, no sin dolor... Ciertamente la muerte de mi papá me llevó a una
esquina oscura de la vida y mis intentos por salir de allí me han llevado a una
autoexploración, acompañada de terapias, de amigas, de muchas conversaciones,
de múltiples lecturas y de muchísima información... información que me ha
permitido re interpretar este momento, con toda la carga emocional que ha
traído y con todos los eventos que han ocurrido... Re interpretar, pararse en
otra orilla, ver la otra cara de la moneda, ver con otros ojos, afinar la
mirada del alma, ver, verME desde otro ángulo.
Hoy
por un momento tuve un momento de crisis y para no caer en el vicio de rumiar
los malos pensamientos salí a caminar con Judy por esta fría ciudad, y en esta
charla encontré mucha luz... y también mucho cansancio... Esto de querer
volverse mariposa no es fácil, el proceso del gusano saliendo de la larva y
transformando sus emociones implica que la piel se desgarre no una sino muchas
veces, y me imagino que seguirá pasando hasta que logre cambiar de vestido.
Sigo con la piel del gusano, montada en el barquito, buscando el camino, y a pesar de
haber mudado unas cuantas capas siento que faltan varias todavía. Pararse en la
otra orilla del sufrimiento y ver la vida como aprendizaje y no ver el por qué
sino el para qué implica un rato de hacerse demasiadas preguntas, enfrentar
emociones poderosas, emociones que mueven y hielan los huesos, darse palo,
darse cuenta de que uno se da palo, tratar de dejar de darse palo, darse cuenta
de que uno está en ese proceso y un día, finalmente, soltar el garrote del ego y
la mente y poder decir... no más. Soltar las cuerdas que rompen las manos que
la agarran con tanta fuerza, soltar el control, mirar desde otra orilla y
permitir que los barcos se hundan si se han de hundir, que zarpen si se han de
alejar y que lleguen al puerto de esta nueva orilla si es lo que debe pasar. No
sé qué dolerá y cansará más, querer mantenerse en la ceguera pensando que
tenemos el control, o dar el paso de arrancarse la piel del gusano para tratar
de ver el mismo paisaje con otros ojos. No sé qué duele más, la culpa, culpar
al otro, ser siempre una víctima o tomar las riendas y hacerse responsable de
la propia vida. A veces creo que puede ser más cómodo quedarse en la playa que
conocemos y nunca aventurarse a cambiar, echarle siempre la culpa al mal
marido, al mal pariente, al de la buseta que lo mojó en el andén… siempre habrá
más y mejores culpables que uno mismo. Pero montarse al barco, ponerse el
chaleco, ahogarse, nadar, sacar la cabeza, es agotador, pero se puede, porque
todo pasa, todo pasa, todo pasa. Es una decisión de vida, confío en que
voy por buen camino. A cada persona que lea estas letras, Gracias por la compañía.
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