El instante santo
En el Curso de Milagros se habla del instante santo. El Curso de Milagros es un entrenamiento mental, más que un ejercicio religioso es un entrenamiento para salir de las alucinaciones de la mente y tener mayor y mejor control sobre nuestros pensamientos. La base de las ideas del curso es que los pensamientos crean la realidad y que la mente está enferma porque no para de producir pensamientos negativos e ideas de amenazas externas, todo esto influenciado por el ego. Lo mismo que dicen los budistas y los taoístas y los yoghis, el trasfondo es exactamente el mismo.
El instante santo es un
instante de máxima creación, de máximo reconocimiento, de presencia absoluta,
de consciencia y apertura totales. El instante santo se consigue cuando no
estamos preocupados y ocupados sino simplemente presentes.
Qué difícil es estar presente.
Una de las cosas que me cuesta trabajo de vivir en Macondo es la gestión del
ruido. En la costa hay mucho ruido, todo el tiempo, a veces muy fuerte, a veces
menos, pero hay mucho ruido, muchos ruidos distintos y sonidos muy fuertes o
constantes. No solo los parlantes enormes hacen ruido, las neveras, los aires
acondicionados, los pitos de los carros y las motos, entre otros miles. A veces me
parece que la costumbre de oír la música a un volumen tan alto es una manera de
aislarse de los propios pensamientos. Una de mis vecinas en El Carmen no podía
estar nunca en silencio, la falta de música le daba angustia y tristeza. Yo no
entendía pues a mí el silencio me hace falta, me relaja y me ayuda a descansar.
Muchas veces, cuando logro estar realmente concentrada en mi trabajo o en algo
que esté estudiando, apago toda la música y me quedo en silencio, escuchando
solo las teclas de computador o el sonido del lápiz o mi propia respiración.
Para mí el silencio es necesario. Sin embargo, hoy me di cuenta de que llevo
unos días haciendo un uso excesivo de los audífonos, oyendo constantemente
conferencias, pod casts, entrevistas, programas de radio, de todo tipo de temas:
meditación, respiración consciente, relaciones, un curso de milagros... cuanta
vaina encuentro en YouTube que me ayude a procesar el duelo, la transformación,
la toma de consciencia. En realidad, me doy cuenta de que es el mismo afán por
no estar en contacto conmigo misma que el de mi vecina que ponía Silvestre a
todo volumen, cada una en su estilo, escapando de los mismos demonios, los
propios demonios. En mi caso le estoy huyendo a la ansiedad que me produce
estar en Valledupar.
Ayer, sin embargo, tuve un
instante santo. Gracias a mi amiga María Rosa descubrí un nuevo lugar en
Valledupar donde se come bien, ponen una música tranquila, y hay una
ambientación agradable y propicia para trabajar. Así como en las películas y en
los cafés de la pequeña Noruega de Bogotá, donde la gente va a tomar café y oír
jazz mientras teclean en sus computadores, así, muy de película. Me sentí muy
agradecida por el encuentro con María Rosa, y por ese lugar. Ver a mi amiga es
una manera refrescante de resignificar mi vida en esta ciudad pues he
encontrado en ella una persona con quien conversar de esta búsqueda del
equilibrio interno, y, además, poder poner en mis palabras lo que voy
entendiendo y procesando en mi propia búsqueda me ayuda a mí, más que a ella y
que a nadie, a entender qué estoy haciendo y por qué. El instante santo de ayer
consistió en verla, conversar, escucharla y contarle mis reflexiones, comer
algo delicioso, despedirnos y quedarme un rato sola leyendo en ese sitio. Después
vi cómo el cielo se cerraba y se cubría de nubes negras y cómo cayeron rayos y
centellas al mejor estilo del caribe. El instante santo consistió en entender
que la vida es un milagro cada minuto. Agradecí ese aguacero, la compañía
de una amiga en esta ciudad, el descubrimiento de un nuevo lugar y la
oportunidad que me estoy dando de resignificar mi vida y los espacios donde
habito, quitándoles el peso y la carga de los recuerdos de personas o
situaciones que extraño, y también, quitándole a los demás el peso de mis propios
conflictos. La vida es cada minuto un instante santo si así lo decidimos y no
importa el ruido externo pues es posible estar en completa armonía cuando el
que se aquieta es el ruido de nuestros propios pensamientos.
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