Mi mejor versión

En los tres últimos años de mi vida he comenzado a recorrer un camino que quiero llamar la salida del piloto automático. Es lo que muchos gurús han llamado un despertar de la conciencia. Es un camino para aprender a conocerme, para entender de qué estoy hecha y descubrir donde están las claves de mi felicidad. La respuesta ha sido muy clara, todo lo que debes hacer es entender que la mayor parte de la vida la has vivido en tu cabeza, inventando películas, buenas y malas, viviendo desde la imaginación hechos que generan emociones que terminan por volverse la realidad. Y la respuesta a esta realidad depende únicamente de qué tan bonita o fea sea la película que nos hemos montado en la torre de control. 

Yo llevo años combinando géneros. En Karen's Films tenemos guiones de terror, de comedia, de suspenso y mucho, pero mucho drama. En particular, los últimos años de mi vida, la productora se ha dedicado a hacer novelones, películas románticas, historias de amor desgarradoras que me han llevado, como lo dije antes, a vivir las situaciones como unas experiencias de profundo dolor, y sobre todo, de profundo sufrimiento. Decir esto es fácil, yo creo que hasta está de moda ser zen y andar estos caminos del despertar, pero vivirlo es otra cosa. En el camino, los monstruos de las películas adquieren dimensiones inimaginables. Ver el espejo de la propia inconsciencia y hacer el ejercicio consciente de cambiarlo, es una tarea que requiere una inversión muy importante de energía y que implica el dolor de la transformación, porque duele, este cambio duele. 

Hoy, por ejemplo, he transitado esta vaina con un malestar físico que no sabría cómo describir. Ni el COVID me ha parecido tan incómodo. No estoy bien parada, no estoy bien sentada, no estoy bien dormida, no estoy bien despierta. Mirar con consciencia lo que construye mi cabeza e intentar frenarlo es un ejercicio que requiere paciencia, mucha paciencia, porque atravesar el túnel puede llegar a ser desesperante. 

Qué disparó esta situación, lo de siempre, mis expectativas frente a las relaciones de pareja. Hacer el ejercicio, hoy, de mirarme en el espejo y decirme: "tú no tienes pareja, eso que esperas es un espejismo que te tiene agotada, y está pasando, sobre todo, en tu cabeza"... fue terriblemente dificil y doloroso ver esa realidad. Porque de las tres cosas que pasan en el encuentro con el fulano, 16 más se crean por cada una en mi cabeza, y la mayoría me generan sufrimiento. Yo sé que muchas de mis amigas se van a molestar con esto, pero lo pienso muy en serio, el señor de turno, ese del nombre raro, no es el problema, él es lo que es, da lo que puede dar, está donde quiere estar. La que se montó una película rarísima de amor y de dolor fui yo misma, y la mayoría de este dolor que hoy siento es, sobre todo, porque las cosas no son como yo quiero que sean, porque el señor no actúa como yo quiero que actúe, porque el señor no dice lo que yo quiero oír, porque no es quien yo quiero que sea, y todo eso, lo único que quiere decir, es que yo ni siquiera lo quiero a él, sino a la idea que me monté de él. Así las cosas, no creo que lo quiera a él, sino a la idea que mi cabeza recrea para llenar mis vacíos y mis carencias. Para suplir las necesidades de la niña que extraña a su papá y que necesitaba una mamá distinta a la que tuvo. Ahí también estoy muy equivocada, porque ella es quien es, y es perfecta, y ofrece lo mejor que tiene. Querer cambiarla es solo un signo de mi necesidad de tener una película distinta. 

Estoy tratando de cambiar los colores de la paleta con la que pinto mi vida, estoy haciendo un intento por cambiar el género de mis películas y regalarme a mí misma algo de paz y alegría. Es navidad y me siento agotada, pero siento, que a pesar que me duelen hasta los dientes, voy por el camino que mejor se ajusta a esta nueva versión de Karen. Una más mayorcita, que acepta sus canas con más cariño y que también logra ver, por segundos, a la niña desesperada frente al proyector. Esa niña está haciendo de todo por retener a quien no quiere estar, haciendo malabares por cambiar la película pero pintándola con las mismas historias. Esa niña desesperada que está en el proyector a veces soy yo, y a veces logro verla desde la distancia, y por ella, solo por ella, me estoy esforzando por ser mi mejor versión, y mi mejor versión, sólo quiere ser feliz. Esta Karen reconoce, por ejemplo, que estaba tomando el timón y se descuidó, a tal punto que, otra vez, no entregó la tesis. Eso también hay que asumirlo. Me descuidé a tal punto que no hice algo que es importante para mí, ese es el nivel del desamor del amor romántico, el de la película de drama y de terror.




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