¡Feliz cumpleaños a mí!

Como estoy de cumpleaños me voy a permitir escribir y enviar dos entradas del blog seguidas en poco tiempo. Me he estado controlando porque no quiero aburrir a mi público, y porque esto no es un diario. Si lo fuera, les estaría contando que ayer estuve estresada, que tenía muchas tareas de trabajo y que comí muy mal, y sobre todo muy feo. En la tarde me dieron ganas de algo dulce porque estaba helando y me hice unos pancakes con una harina que creo que estaba vencida, que como no era suficiente completé con avena y como no tenía leche mezclé con agua. El resultado fue una cosa grumosa que traté de fritar con mucha mantequilla y a la que le unté una cucharada de miel del Salado. Lo que quedó en el plato no se lo quiso comer ni Salvador. Si este blog fuera un diario les contaría que hoy vino Miriam, que comí muy bien, que llegó La Canasta (ese proyecto que fundé con Daniel y Sabina hace 10 años), que cada vez que llega mi Canasta saboreo cada tomate, cada huevo y cada hoja de espinaca porque sé exactamente de dónde vienen y que eso me hace feliz. Les contaría también que hoy no hizo frío, que salió el sol en Bogotá, que tuve tres reuniones, que hace varios días no hablo con el susodicho (¡ni tampoco pienso hacerlo porque pa` qué!) y que cumplo 45 años. 

Siento que me veo más joven de lo que soy, en edad, al menos. Porque mis reflexiones y mis rollos sentimentales siguen siendo muchas veces los de una niña o adolescente. Cumplo 45, siento que me veo más joven, aunque tengo muchas más canas en la cabeza, pero eso sí, no me siento igual por dentro, porque los últimos dos años me han ayudado a cambiar y a hacerme más fuerte. Aunque me vean llorando a veces y todavía dándole vueltas al que no me amó, yo en cambio me amo cada vez más y eso implica haber dado varios saltos cuánticos, haber saltado varios escalones del camino de mi vida. El 11 de enero del 2022 cené con Glenda y Anita en un restaurante delicioso de comida de New Orleans, tomando unos cocteles de güisqui deliciosos, y brindando por mi papá. Fue mi primer cumpleaños sin él. Lloré mucho ese día, hace un año estaba entregada a la tristeza, estaba deprimida, muy deprimida, muy entusada y, además, muy emproblemada con mi familia. Vainas que pasan cuando se muere la gente que le pone orden a las familias. Hace un año me acababa de mudar a Bogotá a este apartamento donde estoy viviendo ahora, estaba en proceso de recogerme en un lugar que intuí sería seguro y en el que tenía la ventaja de tener muy cerca a Amada y Judy. El día de mi cumpleaños, el propio 12 de enero, vinieron a celebrar conmigo amigos entrañables, de la infancia, del colegio, de la universidad, de los trabajos, de la vida. Fue un día maravilloso porque estuve acompañada brindando por la vida desde muy temprano, el guayabo del día siguiente fue monumental, recuerdo ir a tomarme una sopa con Glenda y Luisa y sentir que me podían de una vez hospitalizar en el San Ignacio. Todo valió la pena, fue un día de reencuentros maravillosos y de muchísimo amor. Mi hermana (con quien tengo una relación tan particular porque somos tan distintas que es difícil pensar que venimos del mismo útero) trajo una torta vegana de zanahoria y confesó que ni siquiera entendió qué le estaban vendiendo. Nos contó cuando llegó que la señorita de la tienda le ofreció una vaina de chocolate con oreo y crema (que yo jamás me habría comido) y la torta de zanahoria, ella pensó que lo que le sonara feo me iba a gustar más a mí. Ese gesto, además de hacernos reír, me ayudó, y me ayuda hoy, a ver que ella hace su mejor esfuerzo por estar presente para todos, así no entienda qué carajos es ser vegano y para qué sirve eso en la vida. Hace dos años la torta corrió por cuenta de Anamayo que me mandó en Valledupar una torta deliciosa de arequipe que me alegró ese día. 

Hoy, sentada en este apto al que el universo me trajo una mañana de sol, y viendo la octava versión de organización de los muebles, me doy cuenta de todo lo que he recorrido en la vida y, sobre todo, de todo el trabajo que he hecho por dentro para estar acá sentada oyendo música y brindando por mí, sintiendo, honestamente, mucha alegría de estar viva. Escribir esta entrada es mi manera de brindar con cada una de las personas a las que les envío estos escritos que, como he dicho 70 veces, es parte de mi ejercicio terapéutico. Les doy las gracias por acompañar con tanta paciencia este camino. Les doy las gracias porque, entre otras cosas importantes, su compañía a través del blog me ayudó a salir de una depresión sin tomar medicamentos. 

Hay muchas cosas que no he hecho, hay muchas cosas que no he terminado y, hay muchas migajas en el camino que voy limpiando poco a poco. Aprendo también, poco a poco, a tomar mejores decisiones, a no dejar que la vida me lleve sin pensar como un barquito de papel en la corriente. Confío en la vida, cada día más, y confío en Dios, en el Universo, en la fuente, en la Pachamama, pero también confío en el libre albedrío y en la necesidad de tomar decisiones más conscientes. De eso se trata mi vida hoy, de hacerme cada día más consciente. Celebro muchos años de inconsciencia, celebro muchos años de Karen siendo Karen, caminando por ahí, buscando el look que la haga verse cada día más parecida a su mejor versión, o a la versión que ha soñado de sí misma, de pronto ahora me arreglo un poco más que en mi adolescencia, pero la búsqueda de hoy se trata de cómo me quiero sentir, no tanto de cómo me quiero ver. Y en esas ando, entendiendo cómo me quiero sentir y haciendo todo, todo y más, por lograr que cada minuto de mi vida sea cada vez más tranquilo y libre. Salud por mí, celebro mi vida, me agradezco lo que he hecho, y lo que no he hecho también. Algún día iré a Nueva York, conoceré el camino de Santiago, dejaré de escoger malas parejas, dejaré de quejarme más temprano que tarde, me reiré más, bailaré más, seguramente todo eso pasará. Hoy siento que todo ha sido perfecto, que mi vida ha sido entre caótica y perfecta, y que eso está bien. Me honro, me celebro y brindo con mariachis por mí. ¡Feliz cumpleaños a Mí!



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