La Recompensa

Ayer me sentí inspirada. Tuve un momento de conexión con todos mis sentidos, puse una canción de Cerati que me mueve las entrañas y cerré los ojos para no perder ni un segundo de ese instante santo. Zona de promesas fue la canción que me inspiró, pues me sentí identificada con la narración y conmigo misma hace un año cuando regresé de Valledupar. La canción, hermosa como ella sola, dice: 

Mamá sabe bien
Perdí una batalla
Quiero regresar
Solo a besarla

No está mal ser mi dueño, otra vez
Ni temer que el río sangre y calme
Al contarle mis plegarias

Como les he contado, cuando llegué, todo quemaba, y no solo no pude besar a mi mamá en ese momento, sino que la desesperación me impidió besar a nadie más que a la tristeza. Tuve mil problemas, todo parecía un caos, y yo intentaba con todas mis fuerzas buscar algo que me ayudara a no naufragar. En el intento me aferré a mi expareja, que se volvió otro ingrediente de la tormenta. La vaina fue fuerte. Pero hubo amigas, amigos, señales de la vida, una sabiduría interna que me ayudó a salir de ese estado, muchas horas de terapia y muchos tipos de oraciones y rituales. E insisto, hubo amigas, hubo grupo de mujeres a las que me aferré y que me ayudaron a sortear el momento. La canción sigue así:

Tarda en llegar
Y al final
Al final, hay recompensa

Mamá sabe bien
Pequeña princesa
Cuando regresé
Todo quemaba

No está mal sumergirme, otra vez
Ni temer que el río sangre y calme
Sé bucear en silencio (Uh-uh-uh, ah-ah)

Tarda en llegar
Y al final
Y al final, hay recompensa

El instante santo de ayer fue mi recompensa.

Cuando uno está desesperado la vida se vuelve insoportable, al menos así fue para mí. Y la desesperación llegó poco a poco, no fue de un momento a otro, ni fue solo a raíz de la muerte de mi papá, y los ires y venires con mis parejas de los últimos años, la desesperación llegó como la suma de muchas de esas cosas que han pasado y que yo no supe manejar. La desesperación me atrapó varias veces, me cogió con las defensas bajas y se convirtió en momentos de muchísima angustia que pido al Universo no se repitan. Pero como en la vida todo cambia, nada es eterno, y la impermanencia es la mamá de las leyes de la vida, hasta la desesperación se apacigua, y las aguas turbias se calman. Las tormentas pasan, las tristezas se transitan y se transforman, todo cambia y llegan los días de sol. 

La recompensa es hoy, para mí, esta tranquilidad que no tranzo por nada. No es que no tenga estrés, he vivido situaciones complejas, la verdad me siento muy cansada por el exceso de trabajo, y porque me lastimé la espalda hace un mes en una caída pendeja en la calle y ha sido doloroso el tema. He tenido que resolver chicharrones, enfrentar un ambiente laboral complicado, hace frío, mi prima está muy mal y por ende toda la familia, en fin, pasan cosas, siempre pasan cosas, pero la calma, bendita calma que me acompaña, es mi recompensa. Es el resultado de muchísimo mirar pa´adentro pa`ver quién es que soy yo, qué carajos es lo que quiero y lo que me gusta. Últimamente he podido besar mucho a mi mamá, esa es una recompensa. Esta semana fui capaz de poner un par de límites, de decir que no, de enfrentar un demonio que me puso a prueba y resolver la vaina con más gracia... y así la vida, querides lectores y acompañantes del blog, la vida está llena de aprendizajes, y también de recompensas. ¡Gracias infinitas, gracias totales!




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