Barro, tal vez...

En estos días me han atormentado las dudas, no sé si tomé una buena o una mala decisión para mi vida y eso me tiene con el corazón en la mano, y las noches se han hecho eternas, no sé si la cagué con K mayúscula, con K de Karen, pues se trata de mi vida. Cuando una tiene que tomar decisiones pueden pasar muchas cosas, y como les he venido contando, estoy en este plan de comprender mi nuevo lugar en el mundo y tomar decisiones afines a mis nuevas prioridades. Eso de por sí es una novedad, reconocer que tengo prioridades, pues en el curso de mi vida el barquito se movía en función de la corriente y pocas veces tomé el timón con decisiones muy firmes. Las noches de insomnio y las miles de dudas son la cuenta que estoy pagando hoy, 25 de mayo, por haber tomado una decisión y haberla manifestado por escrito... le dije que no a un trabajo que parecía ser el curso más normal y natural que debía dar en la vida, el paso más previsible, pues siempre, siempre, el trabajo estuvo por encima de todo lo demás. Si lo pienso bien, y ahora que me siento a escribir al respecto, llevo más de dos meses sin dormir, porque al no ser mi trabajo el centro de mi vida se han movido los ejes de todos mis sentidos. Mi vida es distinta, a pesar de que me la paso trabajando en jornadas más largas que nunca, mi vida, así no me lo crean ni Glenda ni Lina, no gira ya alrededor de mi trabajo. Al parecer, y en un giro inesperado, para mí, antes que nadie, el trabajo dejó de ser la razón de ser de la vida de Karen. 

Hace unos días, en un arranque de valor, y con un profundo miedo (y algo de tristeza), le dije a quien fue mi jefe por años, una persona a quien tengo en la más profunda estima, que no me iba con él en el cargo que me ofrecía.... ni yo misma creía mis palabras cuando las escribí.... a los pocos minutos, en medio de un ataque de ansiedad, le escribí a Glenda para contarle lo que mis tripas habían escrito en un mensaje de Whatsapp... lo que vino días después han sido horas interminables de dudas y de pánico, hay una voz que repite incansable: "la cagué, jueputa, la cagué"... no sé de dónde viene la voz que lo repite, no sé si es mi alma o mi ego, no sé si es la razón o el corazón, no sé nada, solo sé que ayer traté de ver si podía darle la vuelta a mi decisión y resulta que ya no, que en la vida de los adultos serios las palabras tienen valor y al parecer, y por como lo veo hoy (después de un ataque de pánico), mi gran enunciado: no me mudo, no me quiero mudar, no me quiero ir de Bogotá, era lo que el universo iba a respaldar. Ya se fue así, ya está hecho, ya no hay vuelta atrás. Lo que ha pasado después son una serie de eventos afortunados... pues en medio de la tempestad que implica un ataque de pánico, logré encontrar mi caja de herramientas, mis primeros auxilios para el alma: caminé, medité, oí canciones que me calman, y como si fuera poco, y en medio de la generosidad enorme de la vida, tengo la fortuna de estar en Lima, así que pude pilotear esta vaina caminando y viendo el inmenso mar, oyendo las olas del pacífico, y, como no, comerme un ceviche al final del día. Lo mejor de todo fue la compañía en la comida, pues una de mis amigas del trabajo está acá y pudimos compartir un delicioso rato al final de la tarde, (Anita lo había anticipado, en noviembre, un día que me quejaba por lo duro que me trataba esta persona, Anita dijo, se van a volver amigas, y así fue, y lo agradezco)... lo mejor del día ha sido tener la oportunidad de hablar, de tener al lado una persona que quiso escuchar mis angustias... echando el cuento de mi vida entendí que sí hay razones de peso para querer quedarme en Bogotá, para no estar lista para armar una maleta y mudarme con la nevera y los perros a otro lado... eso a los 20 es una cosa, a los 45 es otra. Soy una mujer soltera y sin hijos de 45 años que quiere echar raices en un jardín con plantas, no sé si por 10 años, por 1 o por 85, eso no importa, hoy quiero poner por encima de cualquier cosa la posibilidad de vivir en un lugar bonito y agradable donde pueda hacer algo más en mis días que trabajar... el tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos, no sé a qué se debe esta necesidad, pero seré fiel a ella, pues al parecer es lo que pide mi alma. Así que eso les cuento, logré pilotear muchos días de ansiedad sin buscar a mis malos maridos, sin necesitar la validación de mi papá, y, además, pude pedirle perdón a mi exesposo por haberme ido de su vida en tan malas condiciones.... la vida es generosa conmigo, porque poder pilotear esta vaina viendo ese mar de Lima es un enorme regalo. La vida es y seguirá siendo generosa conmigo, no tengo idea qué será de mi futuro laboral, pero pues confío en la vida, hay mucho por hacer. Confieso que me asusta mi edad, los compromisos económicos, la incertidumbre laboral del contratista, tener 45 años, no tener casa propia ni pensión asegurada, y además, me asusta no tener a mi papá a mi lado, pues sentía que aunque todo se derrumbara y yo no tuviera pa dónde coger, él siempre iba a a ser mi red de salvavidas, pero se murió, esa red no existe y es enfrentarse una vez más a la orfandad, que es algo muy difícil de vivir, pero que poco a poco se vuelve parte de la vida... y aquí estoy, acá me tienen, vivita y coliando! cagandola, tal vez, pero asumiendo, porque la vida cambia y uno con ella en el camino. 

Que viva la posibilidad de mostrarse vulnerable, nadie se las sabe todas, unas son de cal, unas de arena, depronto la cagué, depronto no... la vida no es una linea, son miles de posibilidades. A Ricardo, e incluso a Ximena, gracias infinitas por tantas oportunidades, las decisiones no responden muchas veces a cosas que podamos explicar racionalmente...la vida se mueve de maneras inesperadas. Barro tal vez, esta hoy es mi verdad...


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