La Mudanza

Hace unos días cambié de casa, nuevamente. Las mudanzas han sido una constante en mi vida adulta. Una vez dejé la casa familiar, he pasado por más de 20 casas, y no es una exageración. Me he mudado tantas veces que ya tengo experiencia profesional en embalaje, aprovechamiento del espacio, y un par de amigos que tienen camiones que me han movido por el país y de casa en casa. Cuando le escribí al señor Norberto, quien me ha ayudado en los últimos trasteos (Carmen de Bolívar - Bogotá, Bogotá y Carmen - Valledupar, Valledupar - Bogotá, y dentro de Bogotá un par de recorridos) me dijo: "Doña Karen, ¿en serio se va a trastear?", a lo que yo respondí: "Cómo le parece señor Norberto, pero tranquilo que esta vez nos vamos a un primer piso, y la puerta del garage es amplia." Mudarse implica revisarse, al menos en mi caso. Cada vez que me mudo trato de revisar qué se va conmigo y qué no. Los últimos trasteos han sido especialmente importantes en ese sentido, pues hubo un par que delegué en amigos y personas cercanas. Daniel, de hecho, sacó mis cositas de la casa de mi penultimo marido, porque yo  no quise hacerlo. Eso no se hace, así no se cierra una puerta, me costó entenderlo, ya pedí perdón por esa guachada, todos las hemos tenido, me estoy perdonando por esa en particular. En fin, cada mudanza implica revisarse, y cada vez tengo más objetos, más muebles, más libros, y también más años. Tengo ganas de una casa propia permanente, al menos por un rato. Me estoy cansando de los trasteos, pero haré cuantos sean necesarios hasta que entienda que el hogar es uno y su historia. Busco entender no solo con la razón, sino con todos los sentidos, y poder vivir ese estado mental, en el día a día, cada día.

La casita de la que me acabo de ir me encantó, la disfruté, pero quería algo distinto, así que sin querer queriendo lo pedí y llegó. 

En cuestión de dos semanas visualicé, pedí y apareció un apartamento más grande y con patio, en el que puedo tener un pequeño jardín, más espacio pa` los perros, y un cuarto para Anita. Sin hacer mayor esfuerzo conseguí que mi amigo Sebastián se quedara en el apto que me acogió al regresar a la ciudad, y me mudé de nuevo a La Comarca, para estar en fogoncito con mis amigos más queridos. Caminar por las calles del barrio ha sido lo que más me ha gustado del regreso, los andenes amplios, la cantidad de árboles, ver amigos por la calle todos los días, ha sido bonito y extraño, es como si de verdad, después de más de un año, ahora sí, estuviera de vuelta en Bogotá. 

Como les he contado en estas letras, tomar la decisión de no aceptar el trabajo que implicaba otra mudanza de ciudad me ha costado mucho emocionalmente, me ha generado mucha angustia, pues sigo sintiendo que era una muy buen oportunidad de trabajo y la estabilidad a estas alturas de la vida es algo deseable, pero las tripas parecen no estar de acuerdo con mi cerebro. Mis tripas se han estabilizado en este nuevo apto y sobre todo con la decisión de quedarme en Bogotá. La ansiedad se reduce considerablemente, y la vida cotidiana está tan llena de compañía que los días son totalmente distintos a la angustiosa soledad de la ciudad ajena. Llenar mis días en Bogotá parece mucho más sencillo pues sucede sin esfuerzos ni grandes gastos en pasajes de avión. El viernes, por ejemplo, Anita, Silvia y yo trabajamos desde la casa, Glenda llegó temprano con un ramo de flores, luego llegaron Candelaria, Manu, Carolina, y así, el viernes estuvo lleno de historias y una buena mesa compartiendo con amor y con la familia escogida. 

Aun no he colgado los cuadros en esta casa, suelo cambiar el orden de los muebles con mucha frecuencia y mandé a hacer una nueva biblioteca, así que voy a esperar, pero quiero poner un cuadro de Klee. El apto en el que viví por más tiempo en París, donde fui muy feliz y encontré mucha tranquilidad, fue una herencia de mi amigo Alex, con quien no hablo hace años. Alex me dejó el apto antes de mudarse a Londres, y dejó, entre otras herencias, un poster del cuadro de Klee que acompaña esta entrada. Me voy a encargar de poner uno así en esta nueva casa, porque me recuerda un buen lugar y a muchos buenos amigos. 


He leído últimamente muchos articulos de prensa sobre diferentes estudios que se hacen en prestigiosas universidades para identificar las formulas de la felicidad y la buena vida, todos, sin excepción, concluyen que el bienestar va acompañado de buenas relaciones personales y buena compañía. Si bien es importante aprender a estar solo y disfrutar los momentos de soledad como la mejor de las alternativas, la compañía es fundamental para no sumirse, como Artax, en los pantanos de la tristeza. Debo aceptar que tengo las tripas algo revueltas estos días, han pasado varias cosas y algunas de ellas no quiero contarlas, pero se han movido varias emociones, en particular una ligera tristeza y algo de miedo. Debo decir, además, que cada vez las sobrellevo mejor, y no es que no existan, o que mi vida sea un capítulo de Disney diario, es solo que cada vez logro entender mejor que todo pasa, el día bueno pasa y el malo también.

Con esta entrada quiero decirles, además, sean todas, todos y todes, bienvenides, donde yo esté siempre serán bienvenidos.


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