De la Bisabuela Elena

Mi mamá siempre me ha dicho, que su papá siempre dijo, que de todos sus hijos y sus nietos la única que se parecía a su mamá, era yo. Como quien dice, yo me parezco a mi bisabuela materna, por el lado de mi abuelo. Decidí, como he contado 80 veces a mis lectores invisibles (que cuento en el registro que me deja el Blogger, pero que no sé realmente quiénes son) hacer una terapia de biodecodificación y he venido trabajando sobre mi árbol genealógico. También he contado que esto me ha permitido descubrir secretos familiares que ni yo me atrevo a divulgar, y también a desenredarme y a hacer consciencia sobre mis lealtades y las ideas que han marcado mi vida. De las cosas más bonitas de este camino, ha sido conocer la historia de tantas personas de mi familia, y entender cómo, de una generación a otra, van pasando ideas y mandatos. Hace poco vino de visita a mi casa una de mis primas, una que vive y creció en Italia pues mi tío migró muy joven e hizo su vida por esas tierras. Dicho tío tuvo dos hijos que tardamos muchos años en conocer, y mi prima, ahora con sus años y sus dos o tres decepciones amorosas encima, también ha sentido la necesidad de entender quién es. Viajó los 12 mil kilómetros que la separan físicamente de este lado de su clan, y una noche, dándole a probar biche curado, y hablando de mis descubrimientos en la investigación sobre la familia, me dijo: "Prima, estábamos a miles de kilómetros y nos estaban criando igual" ... y tiene todo el sentido, porque mi tío tiene la misma impronta que mi mamá, son distintos, pero son muy parecidos. Las ideas, quieran ellos o no, las llevan muy adentro y nos las transmitieron, a mí, que crecí en Niza, y a mi prima, que creció viendo el Mediterráneo. Y cuando digo que crecí en Niza me refiero al eje barrial que marca la calle 127 entre la autopista y la Avenida Boyacá en Bogotá, donde quedaban mi casa y mi colegio, y no a la costa azul francesa, que habría sido tal vez más pintoresco que el puente subterraneo y el potrero donde ahora hay una clínica enorme. 

En fin, mi prima vino de vacaciones y tuve el placer de tenerla en mi casa, de verla empacar cajas como lo habría hecho yo (porque me ayudó con la mudanza), de cocinar como lo habría hecho yo, de gestionar su independencia como lo hago yo, y escoger malos maridos como lo he hecho yo. Nos sirvió tanto conversar sobre nuestra historia y sabernos tan cercanas, nos sirvió tanto entender que el problema no es que estemos chuecas por dentro y por fuera, sino que nos habitan unas ideas que aprendimos del clan, y que podemos, como no, cambiar el rumbo... La historia de la bisabuela Elena (a la que les conté que me parezco) es triste y es bonita. Fue una madre soltera, como muchas mujeres en el mundo, pero no porque el marido la hubiese abandonado, sino que por sus prácticas de trabajo y seguramente por su independencia, no era un buen partido para el niño bien de su pueblo. El bisabuelo era hijo de la familia rica y de buen nombre y el muchacho tuvo a bien enamorarse de la enfermera del pueblo. Tuvieron cuatro muchachitos, 3 hombres y 1 mujer, que crecieron con el lastre de no ser reconocidos por su padre y quedaron "marcados" con el apellido de su madre. Me alegra y me alivia vivir de otra manera este asunto de la "legitimidad", pero entiendo que en su momento fue muy difícil para mi bisabuela, para sus hijos, e incluso para mi mamá y sus hermanos. Este apartado de la historia familiar parece estar cargado de una buena dosis de estigmas sociales, de discriminación social y económica, y esto pesa mucho, ahora lo entiendo, en la historia de mi familia materna. Lo entiendo, sin embargo, procuro quitarle la dosis de drama, pues vivo en un contexto histórico y social que me lo permite, entonces así lo haré.

Me gusta pensar en mi bisabuela Elena como una especie de mujer transgresora, yerbatera y feminista del siglo pasado. Una bruja que quisieron quemar y estigmatizar, que se volvió semilla entre su descendencia, porque acá estamos varias de las mujeres de su familia, ¡llevando ese don de la brujería a los mejores niveles de la vida!

A mi bisabuelo, pues ni lo juzgo, ni lo tildo de mala persona, porque creo que no hay nadie malo en esta historia, solo hay personas inmersas en culturas patriarcales, godas, religiosas, extremistas, que crecieron viendo la vida color martirio, creyendo en los mandatos que les correspondieron en su momento. No los juzgo, pero no quisiera tampoco estar en sus zapatos, ni tampoco quiero repetir sus historias, por eso está bonito conocerlas. 

De mi bisabuela Elena, además de los ojos color "agua sucia" como "cariñosamente" me dijo alguna vez alguien a modo de piropo, heredé los rasgos faciales y al parecer, la tendencia a la brujería. Vengo de una familia de hijos "ilegítimos" y siento que eso pesa mucho, o pesaba mucho, en esto de la figura del hombre abandonico y la mujer desconsolada. Quiero pensar, por el caracter alegre que conocí de mi abuelo, que su mamá, a pesar de las dificultades, no lo crío en medio de un drama. Quiero pensar que la bisabuela tuvo otras herramientas para gestionar su vida. Y quiero pensar, como no, que cualquier cosa que yo hoy decrete se hace realidad, porque decido darle a mi vida el tono que se me da la gana, y le quito, desde ya, la música de drama a la banda sonora de mi vida. Escojo hoy, porque quiero, puedo y no me da miedo, que mi vida es una historia de alegría y aprendizajes que solo me ayudan a crecer, porque me lo merezco, lo acepto y sé que es verdad. Así es, hecho está!

Como no tengo una foto de la bisabuela (pero la conseguiré) pues pondré una foto mía, al fin y al cabo nos parecemos, y en esto de aprender a verme bella a mis propios ojos, pues la reafirmación me ayuda. Premio pal que adivine mi edad en la foto. 

 



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