Reflexiones sobre la muerte, otra vez.

Hace un par de años por esta epoca escribí una entrada que titulé Las Cuatro fiestas, que jamás compartí y que nadie leyó. No quería, en ese entonces, abrir este blog a la mirada de más personas que Jahel, Anita y Glenda. Confío plenamente en ellas, en su amistad, en su comprensión, y al ser este un ejercicio terapeutico que puede irse a fibras muy íntimas de mi vida, no quería exponerme, por miedo a quedar en evidencia y a un eventual daño....¿daño de qué?, pienso ahora. Me dí cuenta con el tiempo que tengo una red de Amigas, también de amigos, pero sobre todo de amigas, que es sólida, sincera, y me siento muy afortunada por eso. Siento que ninguna de mis amigas podría traicionar mi confianza leyendo estas letras, pero además, cada vez me siento más ajena a los daños externos, porque me doy cuenta que quien se da por la cabeza muy duro, soy yo. El látigo que pega más duro viene siempre de la propia mano, es incríble como podemos ser de implacables con nosotros mismos, cómo podemos destruirnos con un diálogo interno nocivo y destructivo. En este tiempo de terapias múltiples y ejercicios diarios de autoconocimiento y compasión por mí, he entendido que la vida no es lo que es, sino lo que somos. 

Esto requiere e implica un trabajo diario que puede resultar a veces agotador. He abandonado a ratos la meditación y me doy cuenta cómo los niveles de ansiedad y de angustia comienzan a subir. He abandonado a ratos el cuidado en la alimentación y me han dado ataques de gastritis y de colon irritable por el exceso de papitas y cerveza, o de pizza, y qué decir de la subida de peso, pero pues nada, paciencia, en algún momento todo vuelve y se regula. Y hay que entender que hay cosas que lo sacan a uno del eje, como la muerte. 

La semana pasada tuve un nuevo encuentro con la muerte, ésta vez para acompañar (en la distancia) a mi prima Cata. La muerte siempre trae muchas lecciones, muchas, la muerte nunca es tan fácil de digerir, y duele. En particular a mí me dolió ver a mis tíos tan frágiles y tan tristes enterrando a quien, en teoria, debía enterrarlos a ellos. Pero la vida no funciona en "orden", la vida es lo que es! y la muerte es parte de la vida. No hay nada que negociar en ello, es una condición que se acepta o que genera mucho, mucho dolor. No quiero decir que al aceptar la muerte no haya dolor, pero la cosa es definitivamente más manejable. Los sentimientos que he visto alrededor de esta última muerte en mi clan son tristeza, rabia, falta de aceptación, dolor, sensación de injusticia, y en muchas personas también algo de alivio, que no está mal, pues la situación y el sufrimiento de ella eran insoportables. La muerte nunca, nunca es fácil de digerir, pero está ahí en la puerta, implacable, impredecible, incontenible, es cuando ella diga y listo, no hay absolutamente nada que negociar, nada. En la muerte no hay términos medios, ni aguas tibias, ni tonos grises, la muerte es lo que es, un final. 



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