Sobre la nobleza

Acabo de poner en el Whatsapp una foto de esas que salen en el Instagram, o en el estado de otra persona, un meme de esos que hablan de uno mejor que uno mismo, o que describen el estado de ánimo del momento, o el mensaje oculto que uno quiere mandar a alguien específico, que, casi nunca, es visto por quien se espera. El caso es que acabo de poner un meme de esos en mi estado, que es mi única red social en realidad, y me acaban de mandar el mensaje más bonito y jamás imaginado. Lo mandó uno de esos hallazgos maravillosos del Caribe, de esa vida en Macondo que hoy por hoy llevo con medio cuerpo y toda el alma. 

José, un muchacho maravilloso que sabe de café más que nadie en el mundo, y de quien no me canso de aprender, me dijo que yo tenía un corazón noble. Y me llevó a las lágrimas, y después a este post. José, a quien amo y admiro, y no en el sentido romático de la palabra sino en el bonito sentido del amor a un amigo, organizó un par de veces unas visitas a La Sierra para que yo pudiera conocer, vivir, aprender y entender, de qué se trata el corazon del mundo. Con José conocí La Federación, allá en el límite donde comienza el PNN Sierra Nevada de Santa Marta, y gracias a José, también conocí Ukrania. No la vecina de Rusia, sino un lugar mágico y maravilloso en esa Sierra, donde les puedo asegurar que de noche aterrizan Ovnis. 

Mi mamá siempre ha dicho, y creo que es de las pocas cosas que resalta de mí, que la ventaja conmigo es que era noble, rebelde, llevada de mi parecer, pero noble, eso sí. Y creo que tienen razón los dos. Yo soy antipatica de entrada y muchas veces también de salida, pero cuando alguien se toma el trabajo de conocerme, que me imagino no es sencillo, puedo llegar a abrir mi corazón y a hacer cualquier cosa por quienes me importan. No quiero hacer de este un post de autoelogios, solo quiero reflexionar sobre lo que significa la nobleza. 

No soy noble por ser de sangre azul. A pesar de tener apellido raro y extranjero, a mi me criaron muy criollamente, comiendo sopas y aprendiendo a hacer oficio. No soy noble porque algún ancestro inglés me haya heredado títulos, ni mucho menos, de hecho, no tengo idea de quiénes son mis ancestros de ese lado, y vaya que he intentado averiguarlo. No soy noble de nobleza real, soy noble de espíritu y debo decir que es una cualidad de la que mucha gente se aprovecha. No sé realmente si es nobleza o pendejada, pero miles de veces me han pasado por encima, y lo he permitido, pensando en que aquel otro pueda estar en un mal momento. Cuando mi mamá dice que soy noble, o cuando lo decía, se refería a que, cuando (en las miles de veces que pasó) llegué amanecida a la casa, o no hice caso a sus instrucciones, siempre, en algún punto de la discusión, yo bajaba la cabeza y aceptaba lo que me correspondía, y además le decía la verdad. Hoy, de hecho, también lo hice en un escenario laboral. Acepté y reconocí lo que me corresponde, o al menos el pedacito del que me doy cuenta, de mi falta de tacto, de mi antipatía o mi mala onda, que generó, o aumentó, un mal ambiente en un espacio laboral. 

Debo decir que no he estado tan bien estos días. El ánimo ha estado raro, medio triste y enrarecido. La  muerte en el clan de la familia nunca se vive sin consecuencias. Mucha energía se fue en el último tránsito. Mucha energía. Todo para bien de todos, creo yo. 

Necesito esta temporada de vacaciones desesperadamente, y por primera vez en muchos años siento que me las merezco. Quiero hacer un pare en el camino. Quiero dormir por horas sin esperar llamadas ni reuniones ni tener pendientes en el tintero. Quiero, como aprendí en mis 10 años en el Caribe, cogerla suave. Quiero ser noble conmigo misma, tratarme con más cuidado, comerme lo que me gusta y dormir, y dormir, y dormir. Quiero ser noble sin que eso me agote, quiero poder reconocer las victorias ajenas sin sentir que yo no sirvo para nada. Quiero ser noble conmigo misma y darme  lo que me merezco, un buen descanso, un bonito reconocimiento por un año de muchos esfuerzos, y agradecer, agradecer y agradecer por este pedazo de vida que es la mia en este vasto universo. 

La nobleza es también no querer el mal ajeno y eso sí que es verdad en mi caso, porque ni a mis malos maridos, a ninguno de ellos, le deseo nada malo, solo cosas buenas y bonitas, aunque no sea conmigo. Gracias a Dios que no es conmigo. 

La fotico es en Ukrania, ese lugar maravilloso en el Macondo que tanto extraño, o mejor, que tanto recuerdo, porque también siento que estar en la gélida Bogotá es lo mejor para mí en este momento. 

Los post los escribo y los publico sin revisar, sin editar, sin mirar a veces ni las tildes. Perdón con los asquientos pero es como que los vomito, me salen de las tripas, y esto me hace mucho bien. Me permite verme y entenderme. Me ayuda a quererme mejor. La foto la tomó José. 



Comentarios

Entradas populares de este blog

Mujer incómoda

El día de mi santo

Plenitud