El día de mi santo

El 12 de enero cumplo 46 años. Acepto que mi edad me da "cosa", que las canas (que cada vez son más) me asustan y me confrontan, que tengo varios temas de salud por resolver todavía (pues hace años no me ocupaba de mi cuerpo), y que me siento, como no, cada vez más Karen, con todo lo que eso implica. Hace unos días mi amiga Klaudia invitó a un público que no conozco a leer este blog, y yo me preguntaba, ¿cómo se verá desde afuera? ¿cómo podrá leer esto una persona que no me conoce? No creo que se entiendan muchas cosas sin tener contexto, o sin conocerme, al fin y al cabo es un ejercicio terapéutico, muy personal, que decidí poner en un blog porque me hace bien escribir, porque me gusta cada vez más escribir, y porque siento que me da perspectiva sobre mi propia vida. Cuando uno mantiene los dramas en la cabeza, y no los elabora, ni los deja salir, se pueden volver películas de terror terribles. Y la vida, si uno quiere, puede ser muy bonita, fácil y ligera. 

Hoy, dos días antes del día de mi santo, quiero celebrar las victorias de los últimos años, y espero el viernes brindar con más de uno. He podido, con terapia y con consciencia, tomar (así sea tarde) las riendas de muchas decisiones que siempre deje que tomaran otros, las situaciones, o el viento... no lo había notado, pero muchas veces las decisiones trascendentales de mi vida las tome sin pensar, sin querer queriendo. Hoy puedo decir que vivo en el lugar que escogí, en la ciudad que escogí, y que estoy tratando de entender a qué me quiero dedicar, para tomar también una decisión al respecto. 

Me celebro, porque hacer consciencia no es fácil, ni es evidente. Reconocerse y aprender quien es uno tampoco es tan fácil, ni tan chévere, mirar quien es uno y aprender a querer hasta lo que no nos gusta, requiere una dosis de valentía que uno tiene que aprender a desarrollar, porque no nos la enseñan. Nos enseñan a culpar a todo el mundo, a Dios, al país donde nacimos, de cada cosa buena y mala que nos pasa, nos enseñan a delegar la responsabilidad de nuestros sentimientos y emociones en lo que otros hacen y dicen. Nos enseñan, como no, a no hacernos responsables, y vivir así es más fácil, porque uno se cruza con mucho hijueputa en la vida y es fácil delegarles la responsabilidad de la infelicidad propia.

Hoy celebro que puedo vivir este día con alegría, porque he ido reencontrando la felicidad después de muchos años de tristeza y de vacío por la muerte de mi papá y de mi perro Godzilla. Pero pues la vida es así y agradezco estar en el camino de aprender que nada ni nadie nos pertenece y que no hay que aferrarse a nada. La impermanencia como mantra de vida me ha ayudado a salir de dos o tres abismos horrorosos. 

Hoy celebro estar aprendiendo a desdibujar el amor romántico y todo el daño que me he autoinfligido en la vida por esta idea loca que nos vendieron del amor. Quiero contarles que hace un año decidí hacer una huelga afectiva, a ver si lograba por fin desprenderme del último señor con el que tuve una relación de pareja (y de la idea que me armé sobre él). El experimento fue exitoso, siento que me quité un kilotón de peso de encima, años de drama que cargaban mi existencia de un dolor de estómago y una desazón tan jartos. Siento que me liberé de una especie de adicción (¿al amor romántico? al drama? a la idea de una persona que me acompañara y me hiciera feliz?) ... no sé bien, solo sé que recuperé muchos aspectos de mi vida, leer sin pensar en nada más, andar por la vida sin estar pendiente del teléfono (¡de un mensaje, una llamada, algún marica gesto de alguien que claramente no quería hacerlo - y entendí que esto tampoco importa porque qué delicia que cada uno haga lo que le nazca y que no haga lo que no, porque qué delicia ser libre!) ... recuperé la capacidad de estar presente con mi familia y mis amigos, pude volver a caminar sin tropezarme por estar atenta al celular, trabajar sin tener medio cerebro en una película, y así, siento que recuperé mi vida. Viví con miedo muchos años, muchísimos. Hace unos días hablaba con una de mis primas de este tema pues la veía angustiada (aunque ella no lo admita) mandando y esperando mensajes el 31, buscando la mejor foto, la mejor sonrisa, cuando ella es un regalo y eso es lo único que importa. Pero me desvié, hablaba con mi prima del dolor de estómago y el miedo que dan las relaciones de pareja cuando uno tiene problemas de codependencia, cuando uno todavía cree que el otro es la tabla salvavidas, también con mi amiga María Rosa lo hablé hace años, los novios que dan dolor de estómago son un mal más común de lo que una quisiera. Y es un síntoma de un problema grave de este mundo, el amor romántico y la idea de la posesión (no demoniaca, aunque casi). Celebro, y vuelvo a mi cumpleaños, que encontré otra manera de estar en el mundo. Espero poder mantenerme en esta frecuencia, pasaron años, muchos años, para poder encontrarla y llegar a ella. Lo celebro, descubrí que la vida es posible de otras maneras. 

Celebro el 2023 con su cansancio y su exceso de trabajo porque fue una decisión tomada para poder concretar la vuelta de la sucesión y ordenar así la vida familiar. Celebro que mis días son cada vez más tranquilos, por dentro son más tranquilos, y eso es lo único que importa. 

Celebro 46 años de una vida que en medio de tanta vaina ha sido auténtica. Celebro quien soy hoy, y le agradezco a todas las versiones que he sido. Celebro a esta niña de la foto, celebro que hoy estamos contentas, ella y yo. 

 

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