Tan simple como una manguera


Mañana cumple años mi mamá. Mis hermanos, mis sobrinos y yo estamos cuadrando una pequeña celebración con mis tíos. Cumple 79 años, ella cree que es una viejita chuchumeca, pero está entera, camina más derecha que yo, porque su mamá, mi abuela, le enseñó a caminar con la quijada paralela al piso. Ella ha intentado por años enseñarme a mi lo mismo, sin mucho éxito. Yo camino más bien encorvada y tengo muy mala postura. Pero debo decir, que desde que comencé está especie de sanación y recuperación terapéutica y espiritual en mi vida, procuro andar mejor parada, y eso implica que soy un poco más consciente de mi postura corporal. 

Hace unos dias me enfermé, llegué a pensar que era COVID, pero gracias a una prueba que unia amiga tenía en su casa ya sé que no es COVID sino una mala peste, muy mala peste que me tiró a la cama en estos días. 

Mañana usaré tapabocas, pero me veré con mi familia para celebrar la vida de mi mamá. La persona a la que más me parezco en este mundo, a pesar de todos mis intentos por no hacerlo. La amo con el alma, nos llevamos cada vez mejor, diría yo, pero logra sacarme de quicio muchas veces por año. Sin duda le agradezco su rol vital en mi vida, y no solo por parirme, sino por ser tan amorosa y presente. 

Esta tarde, tratando de poner la casa en orden, y atendiendo mis plantas, me acordé que muchas veces, incluso viviendo en otras ciudades y países, arreglaba mi casa porque de alguna manera sentía que ella podía venir y revisar. Hoy lo hago porque lo disfruto, mi casa es mi santuario, mi refugio seguro, mi lugar de paz, y parte de esa paz está en que todo esté en orden, bonito, prolijo. En este momento estoy sentada en el sofá azul que ella me heredó, viendo el jardín zen que comienza a crecer, acompañada por mis perros, y oyendo una increíble, relajante y reconfortante música en javeriana estéreo. Y entonces vino a mi esta increíble sensación de paz y tranquilidad. Puedo decir, sin temor a equivocarme, que hoy estoy feliz.

Hace un momento enrolle la manguera después de rociar las matas del patio y me acordé de un día en la terraza de mi casa en Valledupar. Mi papá, mi mamá y la esposa de mi papá habían ido a pasar unos días conmigo con motivo de mi cumpleaños. Una tarde, como a esta hora (6pm), después de regar el jardín estaba yo encartada tratando de arreglar bien la manguera y mi papá me daba instrucciones a la distancia, desde una silla, medio enervado. Entonces mi mamá le dice: ¿Por qué no le ayudas?, a lo que él responde: "Ella tiene que aprender a hacerlo sola". Yo, en mis cuarenta, pero en una breve regresión a los 7, hice mi mejor esfuerzo y enrolle la vaina como mejor pude ante la mirada de mis padres. En esa semana aprendí a hacerlo bien, para dejarla sin agua y sin quiebres. Esa es la vida de las mangueras, estar bien enrolladas.

Hace unos minutos estaba en la faena de la manguera y agradecí a mi papá su insistencia en enseñarme a valerme por mi misma, y agradecí también a mi mamá porque me enseñó a cocinar, lavar ropa y hacerme cargo de una casa. Parecen maricadas, pero ese legado de mis papás es lo que estoy celebrando hoy, mi independencia y mi felicidad. Gracias a ese par de seres bellos que son mis papás, con sus vainas y sus problemas, todo es posible de resolver, cuando se quiere. 

Mañana le cantaré el cumpleaños a mi mamá, y celebraré que tengo un año más con ella a mi lado.

La fotico no sé quién la tomó, pero sé que es en Suesca y yo tenía como 3 años. Está llena de puntos porque la llevo dónde voy (junto con otras fotos de familia y amigos) y antes solía pegarlas con chinches a corchos sobre mi escritorio. Afortunadamente hoy existen tantas opciones para guardar en mejores condiciones tan valiosos recuerdos. Esa foto refleja mi amor por mi mamá. Agradecida estoy con la vida porque la puedo abrazar.  

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