La del Sombrerón


Hace muchos años, casi 8 años, me tomé una foto con el sombrero de mi marido Montemariano y la publiqué en Facebook, en ese entonces tenía perfil en esa red social. Luego voy a entrar en detalles sobre el Facebook y mi uso malsano de esa vaina. Pero bueno, el caso es que los comentarios fueron todos lindos y positivos. Recuerdo que mi amiga Rosario escribió: "Te ves muy feliz", y era cierto, me veía y me sentía muy feliz en ese momento. En estos días estaba pensando en la felicidad y la motivación porque la verdad me he sentido algo apagada, como apática, como sin gracia, como un pedazo de yuca sin suero o sin queso. Me he sentido como un pedazo de "yuca vacía". 

Cuando comencé a trabajar en Montes de María no sabía que me gustaba y que me gustaría tanto la ganadería. Pueden pensar mal de mí, pero la ganadería es una actividad mal utilizada y comprendida. Trabajando con campesinos en la costa entendí todo lo que significa una vaca, todo lo que esa actividad representa en la vida de las personas, y también que todo cambia con el tiempo, y que, a pesar de generar muchos problemas, a través de la ganadería se puede conocer una región, y se pueden regenerar bosques. En fin. En esos días, bajo ese sol inclemente, aprendí que las vacas necesitan proteínas y no solo alimentos que les den energía, es decir lo que les aportan los pastos. La proteína que las vacas necesitan está en las plantas leguminosas como el trupillo, el campano, el cuchillito, el matarratón, y muchas otras especies bonitas del bosque seco tropical. Cuando estábamos aprendiendo de ganadería regenerativa con mis colegas de trabajo, el mejor ejemplo que encontramos para ejemplificar la importancia de los arreglos agroforestales fue la de comparar el potrero con un plato de comida para una familia. El potrero es el plato de las vacas, y nadie crece sano y fuerte comiendo solo yuca y carbohidratos, es decir, comiendo solo pastos, así que en una de esas sesiones de trabajo, uno de los promotores del equipo le dijo a los asistentes: "Vea compa es que si usted no le pone árboles a esta vaina es como si ud llega a la casa y se come un plato de yuca vacía, ¡sin na´!". 

Pues amigues, así me he sentido hace unos días, como un plato de yuca vacía. 

Me ha costado ponerle sabor a los días. Me ha costado reencontrarme con mi lado más alegre, me ha costado levantarme con todo el ánimo del mundo a vivir el día a día. Debo decir, eso sí, que cada vez me siento más tranquila y en mi eje, sin embargo, siento que a veces me falta algo. Pero la verdad no sé qué es.... y le adelanto a los malpensados, que he evolucionado lo suficiente como pa´no pensar que lo que me falta es un man al lado. Me gustaría, más bien, que el novio chévere que el Universo me tenga reservado, llegue más bien cuando yo haya superado esta fase. 

Sentirse como una yuca vacía creo que hace parte de la vida, y, sobre todo, de los periodos de cambio y de transición. Claramente mi vida ha cambiado mucho en los últimos años y debo decir que el radical cambio laboral, al no estar en campo todos los días, o casi todos los días, y pasar horas de horas en oficinas, es todo un reto para mí. También debo decir que le encuentro mucha gracia a las semanas relajadas en las que puedo ser más dueña de mi tiempo, cuando puedo trabajar desde casa y tener ritmos más pausados. Debo decir también que tengo claro que el mejor momento de mi vida, a pesar de todas las vainas que pasaron, fue el periodo en el que viví en El Carmen pues fue un momento de creatividad y disfrute, de aprendizajes, y de vivir una vida completamente distinta a lo que conocía. Hice amigos entrañables con quienes aprendí y sigo aprendiendo, pude soñar y ver crecer esos sueños, y aún hoy sigo cosechando esas semillas en forma de árboles, historias, reservas naturales y otras alegrías en forma de bosque seco. No sé cuál sea el punto de toda esta historia pues sí es cierto que la cantidad de estímulos y retos de la vida en Montes de María me hacía feliz, pero también las tardes Bogotanas con encuentros con amigos de la vida me llenan de alegría. Tener a mi red tan cerca, que Stefan llegue a parchar, almorzar con Anita, tomar biche con Judy, sin que eso implique un pasaje de avión y toda una logística, hace parte de lo que venía buscando y es en buena parte lo que me ha devuelto la cordura. 

Creo que sigo en busca de algo que tal vez nunca ha estado exclusivamente en los Montes de María, de pronto es algo que llevo conmigo y se me refunde a ratos. El hogar es uno y su historia como me dijo Carmi hace años. El hogar se lleva por dentro. Estoy tan obsesionada con la idea y la necesidad de comprar un apartamento para mí, para habitar, que de pronto me desenfoco de otras cosas que son más importantes, como tener una casa llena de gente a diario, gente que llega con cervezas, con chocolates y con abrazos amorosos a llenar mis días. No sé, no sé qué ando buscando, pero como escribir ordena la mente, creo que la yuca y el vaso medio vacíos son invenciones de la mente, y que la verdad todo va de maravilla. De pronto lo que tengo que hacer es más ejercicio y dejar de joder con que me veo muy gorda. De pronto todo eso ayude a seguir limpiando de telarañas la cabeza. De pronto una parte de mi felicidad sí depende de las recargas con la energía de la costa, porque sé que allá tengo amigos, y un bosque seco hermoso que ojalá nunca se acabe. 

La foto la tomó mi amiga María Clara en un evento hace unos días en El Salado, al lado una profe muy querida que también se interesa por el bosque seco tropical. Casi no me decido a usar esta foto porque ando con la pendejada de la feura, y que la gordura, y que perdí el encanto de la juventud, pero pues nada, en la foto también estoy usando objetos que son símbolos de amistad y de enseñanzas: la mochila que compré en Pueblo Bello, otra tierra que amo y añoro; el colíbrí que hicieron las niñas de Cascajo y me regaló mi amiga Giselle y que representa mi parte del trabajo por la conservación de un bosque; y por último, el sombrero que me regaló Sairo, mi compañero de trabajo, mi guardián y amigo en los Montes de María. Es una foto que cuenta quién soy yo, y que deja testimonio de los lugares y las personas que me hacen feliz. 

 


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