Los despechos y las despedidas

Estoy cansada. Comienzo a sentir el efecto de no haber tenido vacaciones en mucho tiempo, y me pesan los ojos, me duele la espalda y me siento baja de energía y poco productiva. La vida es una montaña rusa de emociones, y a pesar de que la balanza se va cada vez más a lo positivo, es imposible negar que llegan días más difíciles que otros. 

El nombre de esta entrada no se refiere solo a los despechos amorosos, la vida está llena de momentos y situaciones en las que se nos enreda el caminado a causa de las expectativas. Cuando las ponemos en nuestras parejas, en nuestros trabajos, nuestras familias, estas son las que nos llevan a los despechos. Son muy peligrosas, ponemos en juego demasiado cuando le damos a una situación o a una persona el poder de influir en nuestro estado de ánimo. Es peligroso, y además injusto. Con uno y con los demás. Nadie tiene por qué cargar el fardo de nuestra alegría o nuestra tristeza, esa responsabilidad es intransferible.



Hoy se murió mi Tío Roberto Langton, EL gran patriarca de mi familia. En la foto están él y mi abuelo, los dos Robertos Langton de los que tengo registro, señores que con sus historias de vida marcaron también mi camino y mis decisiones. Su muerte, como las de todos, trae y deja lecciones. Hoy estoy mezclando dos entradas, la de los despechos que comencé a escribir el jueves, que estuve muy triste y lloré mucho a mi papá todo el día, y la de hoy, que llega con ocasión de la muerte de mi tío. Creo que las dos están ligadas, creo que el jueves estaba presintiendo la ausencia de las figuras masculinas de mi vida, y hoy se va mi tío, y quiero hacerle un pequeño homenaje con gratitud.

Mi tío Roberto siempre fue quien tuvo abierta su casa para que los 200 Langton nos pudiéramos reunir en navidad y año nuevo.  En cualquier cumpleaños, o solo para tomar onces en su casa, sabíamos que habría allí una puerta abierta. Convocaba a la familia y a sus amigos, y nadie faltaba, era una casa siempre abundante, con cómodos espacios y mesas llenas de comida rica. 

Mi tio era serio, pero también cariñoso a su manera. Se preocupaba por todos y era el referente de tranquilidad para las decisiones difíciles. Un poco impaciente, así que mi papá era la balanza que compensaba esa energía, siendo un poco más fiestero y descomplicado. Fueron grandes Amigos siempre. Mi papá siempre tuvo en cuenta a su hermano mayor para todo, le gustaba visitarlo, conversar con él y saber cómo estaba. Esos cuarto hermanos tenían la costumbre de almorzar juntos, casi todos los días, en el restaurante de los bolos de Unicentro. Eran unidos, eran distintos y muy parecidos, se acompañaban. Creo que por eso la muerte de mi papá y de mi tía Fanny fueron tan difíciles para mí tío Roberto. Hace casi 11 años, cuando murió mi tía, él dijo en el atrio: "nos vemos pronto", y hoy fue ese día. Vaya uno a saber si sus energías se encuentren, ojalá que sí.

Hoy mi tía Stella se despide del último de sus hermanos, y sabemos que está muy triste, todos los estamos. Se fue un patriarca, y la gente que cuida a su familia deja un hueco enorme, que cada uno deberá aprender a manejar.

Gracias tío por sus lecciones de vida. Mi tío nació en Bolivar, Cauca, porque el oficio de mi abuelo lo obligaba a caminar por el país. Me acuerdo de una historia que alguna vez contó, que por algún trabajo en su juventud tuvo que manejar la estructura de un carro sin carrocería atravesando el páramo de Berlín. No sé por qué viene esa imagen a mi cabeza en este momento, siento que con su partida terminamos de quedar descapotados, pero la estructura de ese carrito es fuerte y confío en que la familia sabrá mantenerse unida, y la familia somos mis primas, mis hermanos y yo. 

Se nos fueron casi todos los mayores, ahora nos toca serlo a nosotros. La sensación de orfandad es una cosa muy extraña, pero trae enormes lecciones. Si uno puede despedirse del papá, de los tíos, de los patriarcas, también habrá que aprender a despedirse de los amores que son más pasajeros con más calma. En este momento tengo varias amigas y amigos despechados por amor de parejas, y pienso en lo horrible que es esa sensación, casi que me hace dar ganas de no volver a tener pareja de solo pensar en pasar por eso. Los despechos y las despedidas son tránsitos difíciles, pero inevitables, y habrá que aprender a llevarlos con gracia, haciendo las pases con la sensación de tristeza, con la muerte, con la impermanencia de las personas en nuestras vidas.

La gente llega y se va, hoy decido quedarme con lo bonito que dejan en mí. Me quedo con mil recuerdos bonitos de mi Tío, y con la gratitud por todo lo que aprendí de él y de mi familia Langton, mi clan, que hoy despide a su patriarca.


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