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De mi amiga Amada he aprendido muchísimas cosas. Me ha enseñado sobre Historia, museos, colonialismo, paciencia, cuidados perrunos, amorosidad y Budismo. Hace un tiempo comenzó su práctica, constante y juiciosa (como todo lo que hace), y medita, va a retiros, hace ayunos, y sonríe. Hace unos dias tuvimos una conversación en la que nos contaba cómo los Budistas enseñan la importancia de las prácticas, y nos contó que, para aprender el desapego, se sugiere tirar al suelo un mandala de arroz y granos, y repetir esta acción, ciento once mil ciento once veces. Ese es el número de repeticiones que le toma al cuerpo aprender algo. 

Lo he dicho en varias ocasiones, yo paso muchos de estos aprendizajes por el plano mental, leo, escribo, repaso, pero no llevo tanto a la práctica. Asi que esta semana, siguiendo las palabras de Amada, retome algunas prácticas con el ánimo de enseñarle a mi cerebro y a mi cuerpo lo que mi mente quisiera encarnar. Esta semana, por ejemplo, estoy en ayuno de azúcar y alcohol. La verdad es que mi consumo de estas dos se ha reducido sustancialmente, pero, al tomar la decisión consciente de no consumirlos por 5 días consecutivos, comenzaron a salir una ansiedad y antojos insospechados. Ya han pasado tres días sin azúcar, quisiera un crepe de arequipe con queso derretido, pero no lo haré, por dos cosas: la primera es que tengo más antojo desde la idea que desde la realidad, porque ya sé, la práctica me lo ha enseñado, que con dos cucharaditas de algún postre me basta para varios días. Si como mucho azúcar me da dolor de cabeza y una sensación rara en un ojo, y mucha, en este punto es una cucharadita pequeña de arequipe. La segunda es que, de verdad, quiero poder hacer las cosas que me propongo, y quiero enseñarme a mi misma cómo vivir con algo de control mental. En 46 años que tengo, poco control he tenido de mi mente, ahora quiero, de verdad verdad, poder controlarME.
En Bogotá hace un frío terrible por estos días. Llueve a cántaros, está helando, y hasta se ha ido la luz en uno o dos de esos aguaceros torrenciales. Anoche estábamos sin luz en mi sector porque un rayo reventó un transformador. No tenía cargado el teléfono, ni el computador, no tenía la posibilidad de leer, no podía poner mi cabeza en nada que no fuera yo misma. Me metí en la cama, muy abrigada, y medité. Deje ser las emociones como llegaron, y luego las dejé ir. O al menos lo estoy intentando. 
Seguiré haciendo ayunos, listas, entradas del blog, meditaciones, todo lo que pueda, y trataré de encontrar constancia en estas rutinas, porque no la tengo, a ver si logro repetir algo ciento once mil ciento once veces. 

Otro amigo me decía en estos días, que estas prácticas tranquilizaron su vida en un momento muy difícil que está atravesando. No le dieron sentido, pero calmaron su vida, y yo pensé. ¿acaso eso no es el sentido de la vida? Encontrar paz?
Ésta entrada comencé a escribirla hace unos días, la he ido cocinando entre rato y rato. Entre las cobijas y la reflexiones que me han dejado los momentos de silencio. 
También en estos días, tan fríos, tan lluviosos, y que he estado cansada, enferma (porque es la segunda peste que me da en menos de un mes - culpo al clima y a la falta de sueño por mis bajas defensas) y he pasado muchísimo tiempo en mi casa, ví por enésima vez la película de Queen. En algún momento Fredy Mercury le dice a alguien que la vida le resulta insoportable en los "momentos intermedios" ... Lo entiendo, he pensado lo mismo. Creo que el gran secreto de la felicidad y de la paz interior radica en que esos momentos en que no estamos llenando la cabeza de series, libros, rumbas, trago, nos sean apacibles. Yo he tenido algunos momentos así, temporadas en que he logrado encontrar mucha paz en el intermedio entre mi trabajo y otras actividades. Sé que es posible porque lo he vivido, lo que me pasa en este momento es que se me olvidó dónde estaba esa tranquilidad y tengo que volver a construir y llenar mis espacios intermedios conmigo misma. Muchas veces he pensado que para las personas que tienen hijos tal vez el sentido de la vida es evidente, porque se encargan de otras personas, pero no lo sé. Tal vez tengan menos tiempos intermedios para buscar con qué llenar. 
No quiero llenar mi vida con cualquier cosa que me distraiga, o si, lo que quisiera es poder, honestamente, estar tranquila en esos momentos intermedios, cuando no estoy hasta el cuello de trabajo y no puedo ni pensar en cómo me siento. Los domingos en las tardes, por ejemplo, quisiera sentir paz y no desasosiego.
Creo que, la vida de cada uno, se trata de esos momentos, de lo que los llenamos. Creo que ahí están las claves de lo que realmente nos gusta y disfrutamos. Ando en esa búsqueda. Siéntase libres de comentar mis soliloquios. 

Y gracias por leerlos. 




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