Las cuatro fiestas
Hace un tiempo escribí una entrada con este mismo nombre. Creo que nunca la compartí. En ese momento mi estado de ánimo era similar al que atravieso ahora, creo, pero vivía en la costa y las fiestas decembrinas se imponían con más bulla que en la fría Bogotá. La noche de las velitas siempre me ha gustado, es la primera de las cuatro fiestas que se celebran en Colombia en navidad, y una celebración religiosa cuyo origen e historia desconozco. Solo tengo presente que el 7 de diciembre siempre he prendido velitas con familia y amigos, y que es una noche dedicada al agradecimiento y a la luz.
Hoy es 24, día de celebrar la noche buena. Hace mucho tiempo no se trata tanto de los regalos sino de la comida. En mi familia la comida es importante. Siempre pensamos mucho en los platos, los menús, las mesas llenas de comida para compartir y disfrutar un rato juntos. La navidad, si me preguntan, se trata de la buena comida y de una noche tranquila con mi familia, en la medida de lo posible. Hoy ya no es 24, retomo la escritura cuatro días después. Me ha costado esta entrada porque siento que tengo mucho que decir y muy poca energía para hacerlo. Las dos fiestas que faltan, el año nuevo y el día de reyes, se me han vuelto muy melancólicas tras la muerte de mi papá. Mañana sería su cumpleaños, diciembre se trataba, en muy buena parte, de estar con mi papá en novenas, navidad, su cumpleaños, el fin de año, el día de reyes y mi cumpleaños (y el de Lina y mi tío Roberto que también son en enero). Diciembre se ha vuelto, como les decía, un mes de mucha nostalgia. Y eso no necesariamente me gusta, pero no me está quedando fácil darle la vuelta al chip.
Hace unos días, ya ni sé dónde, vi un meme, o un post, u oí a alguien que decía: "la terapia no es para ayudarnos a entender la tristeza, eso ya lo conoces, se trata de volver a conectarse con la alegría...", algo así. Me parece que tiene mucho sentido, cuando uno anda así de revolcado necesita conectarse con la alegría, pero eso, mis amigos, no se puede hacer a las patadas. Hacerlo a las patadas, para mí, implica hacer cosas que no quiero o no puedo. Termino este año con un peso importante de cansancio físico y mental. Todo el año fue pesado, los últimos meses fueron estresantes y agotadores, pero, además, estuve enferma, otra vez con COVID o algún otro virus mutante. Mi cuerpo me pide, y se lo estoy concediendo, horas y horas de sueño, reposo y silencio. No estaba durmiendo bien tampoco, así que gracias al Max Dream y a unas pastillitas de melatonina he podido volver a conciliar el sueño. Desde hace unas semanas duermo y duermo, y podría seguir así muchas semanas más. He dejado de ir a mil eventos e invitaciones. Las pocas ocasiones que me he montado en la tarea de salir y socializar, he acudido a toda la fuerza mental, física y espiritual de la que dispongo para estar presente y disfrutar. No he felicitado a grandes amores de mi vida en sus cumpleaños, no fui a la celebración de Pulga, no fui al Thanksgiving de Sabina, no fui a parchar en la casa de Valeria, no he ido (miles de veces) a tomar café y a ver la tarde con Judy a pesar de su insistencia para que me dé cuenta de que afuera hay sol. No me da la energía, mi gente, lo siento. A pesar de que esto puede sonar a que estoy súper mal, creo, por el contrario, que me estoy recuperando de un año muy pesado, con muchos duelos de por medio y muchos cuestionamientos sobre mi propio valor, en lo personal y en lo laboral. Me siento como si, literalmente, me estuviera arrancando las uñas y las alas para darme la oportunidad de renovarme. No quiero hacer el simil con animales místicos, puedo hacerlo con mis perros, estoy en una fase de mudar de pelo para estar mejor, creo, espero. Fue un año de muchísimo movimiento, viajes, aprendizajes, nuevas personas, muchas cosas bonitas, muchas. Tengo muchas razones para estar agradecida, podría hacer acá una lista enorme de agradecimientos, y seguro la haré en estos días para completar mis rituales del fin de año, que incluyen hacer una serie de listas con peticiones y metas. Este año incluiré un ejercicio que me pareció lindo. Matthew Mcconaughey recomienda hacer una lista de 10 cosas que uno se pida a sí mismo, guardarla y revisarla en un tiempo, a ver si uno se cumple. La haré, tal vez sea el tema del blog el año entrante. Este año pasaron mil cosas en mi vida, la lección del amor de pareja sigue sin estar superada porque, otra vez, me metí en un rollo donde no hay un buen y bonito espacio para mí en la vida de la otra persona. Así que bueno, así pasó y ya fue, ahí quedó mucho amor en las lecciones de esa relación, amor por mí, por el otro, y por mi proceso para desaprender mi propio Mindset del amor romántico. Me concedo eso, ahí va cambiando. La próxima vez elegiré mejor a quien ofrecerle mi amor y mi atención y, sobre todo, elegiré a alguien que me elija a mí (sus consejos no han sido en vano). Este año, también, me llevé al límite de mi capacidad de trabajo, y estuve muy cerca de totiarme, pero me reconozco - y me sorprendió - mi capacidad de respuesta en momentos de presión, mi capacidad de escribir (eso que por años fue mi talón de Aquiles), mi capacidad de aprender y de resolver y mi capacidad de hacer muchas cosas y responder con todo. No quiero volver a llegar a ese límite, pero, me reconozco lo que logré.
En noche buena me dieron un regalo que me emocionó hasta las lágrimas. Mi familia hizo una vaca y me regalaron de navidad y cumpleaños un juguete para retomar la cocina. Creo que no estaba tan emocionada con un regalo desde que me dieron mi primera barbie o la bicicleta verde con canastica cuando era niña. Gracias infinitas por tanta generosidad. Se verán todos beneficiados. Mi juguete rojo hará parte de ese ejercicio por buscar mis nuevos proyectos personales para balancear mi vida personal y laboral. Leeré lo que más pueda (con mis nuevas gafas pa´ la presbicia) para reducir la lista de libros pendientes, que seguro el año entrante seguirá creciendo. Dormiré, o haré todo lo que esté a mi alcance para mejorar mi sueño, seguiré mejorando mi alimentación, haré yoga facial y meditaré a diario, me lo prometo.
No sé qué traiga el 2025. Tengo planes y ninguna certeza. Nunca han existido las certezas, ni para mí ni para nadie, eso ha sido un gran aprendizaje en los últimos años de mi vida. Deseo un año de mucho movimiento, conocer lugares y personas nuevas, llevarme a nuevos límites y aplicar las lecciones de las 4 nobles verdades y el noble óctuple sendero (aplicarlas a mi nivel de aprendiz y concederme más momentos de paz a mí misma). Deseo bajar de peso, cambiar un poco mi look, ver a cada uno de mis amigos al menos una vez en el año, caminar a diario, mejorar mi salud física y respetar mis rutinas de bienestar. Deseo pasar más tiempo de calidad con mis perritos, y hablar con mi mamá. Deseo aprender a irme más rápido de donde siento que no debo estar. Deseo seguir cambiando mi Mindset (seguir bajándole al drama y aplicar la atención correcta). Deseo hacer más almuerzos con mi familia, aprender más recetas y técnicas de cocina, y regalarle a la gente que quiero más momentos de conciencia presente. Deseo ver a mis primas, hablar más con Alba y ver a Alejandra. Deseo hablar más con Manuela y ver a Zahydee. Deseo más momentos de felicidad con mis amigos, abrazar fuerte a Glenda, reírme con Jerónimo y Valeria, y conocer más a Candelaria. Le pido al Universo para el 2025 más momentos con Anita, con Simón y con Lina. Deseo más cafés con Ana y Amada, más caminatas con Stefan, más tardes de viernes con Judy. Deseo momentos felices, tristes, normales, con las personas que quiero y que me quieren. Si tuviera un pliego no cabría acá una mención a cada uno. Sepan que les deseo, con todo el corazón, un año bueno. Lo que sea que eso signifique para cada uno, ese es mi deseo, que sea un año bueno.
Los abrazo y gracias por leer la pastoral de hoy y las de los demás días. Gracias por acompañar con tanta paciencia y compasión mi 2024.
Esta foto la tomé hace 10 años en El Salado. Esos son los remanentes de bosque seco tropical del Bajo Morrocoy, que hoy, gracias a Maria Clara, Inés, Sebastián y otra gente maravillosa, es una reserva que va por buen camino de ser protegida. Me concedo esto, un trabajo de años para cuidar estos bosques. Años trabajando por utopias, y sigo creyendo en ellas. Tal vez eso es lo que mueve mi vida.
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