La Yeba
Cuando era niña aún se podía jugar en grupo y en las calles de nuestros barrios sin pensar mucho en cuestiones de seguridad. Eran otros tiempos. Yo crecí en un barrio lleno de niños, y todos eran mis amigos. Éramos más de 30 en el mismo rango de edad, creo. Jugábamos, entre otras cosas, a correr y no dejarnos coger por la persona que había sido seleccionada como la Yeba. Según yo. Por años pensé que la Yeba era un animal de la familia de las ballenas. Me tomó años entender que el juego se llama "La lleva" y que quién perseguía a los demás era quien "llevaba" algo que otro le ponía encima cuando lo alcanzaba.
Así son los niños, inventan mundos e historias con lo que ven alrededor y acomodan la realidad con lo que no entienden. No tengo muy claro si comparta esta entrada, probablemente lo haga con mis terapeutas, y, creo, estoy casi lista para una nueva ronda de sesiones de terapias varias. Me siento triste por una tusa, porque por octava vez estoy terminando una relación en la que llevo un rato, y en la que me metí, sabiendo que allí no había absolutamente nada para mí. Se veía venir este momento de agobio y tristeza. Pero igual me metí.
Hoy, sin embargo, puedo leer con un poco más de distancia y de calma lo que estoy experimentando. No estoy en el cuadro inmundo de desesperación de mis relaciones pasadas, he hecho algo de dramas y he sobre elaborado mis discursos buscando atención, pero no he dejado de estar en mi centro. Hay avances, claro que sí, pero veo un comportamiento dañino de drama e insistencia que me hace mucho daño y me pone en situaciones de muchísima vulnerabilidad. Sigo entregando mi estado de animo a la relación de turno, y eso es un abandono total de mi propio poder en función de las decisiones de otro. Siento tristeza porque no soy el centro de interés de una persona, un masculino como diría Sandra. Estoy achantada porque ya no tengo su atención como hace un tiempo, porque ya no me busca con insistencia y porque escogió a alguien más. Ojo, yo sabía en qué me estaba metiendo, e igual lo hice, igual me metí hasta el cuello sabiendo que podía ahogarme. Y acá estoy batallando. Yo me salí, o eso creo. Aunque su atención e interés han bajado y cambiado sustancialmente hace meses, creo que quién se salió fui yo. Pero ahí seguía el señor. Escribía cada mañana, y ese tipo de atención es algo que me gustaba recibir. Ahora no la tengo y la extraño. Quisiera comportarme y sentirme como un ser de luz y no sentir envidia y celos. Pero no estoy en ese punto. Lo quiero y le deseo lo mejor. Esto son más bien las batallas de mi ego. El amor debería medirse en expansión del espíritu, el de uno, y no en número de mensajes y llamadas recibidas. Eso sería más noble de mi parte, y seguramente más liberador.
Es una meta, espero llegar allá.
Por qué pensé en el juego de la lleva, porque siento que me dejé alcanzar de nuevo por el ego. ¿Qué hacer para salir de estos ciclos?
¿Por qué seguir atravesando el foso?
Hay días que me canso, que no lo entiendo y que me dan ganas de llorar.
La Yeba no es una ballena y ni siquiera es el nombre real del juego. Y esto que estás sintiendo no es amor es ego. Aprende la diferencia, querida Karen.
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