Los ritos y las mermeladas


Hoy caminaba con mis perritos en la mañana y sentí el sonido de un Mariachi. Me di cuenta que era en la iglesia del barrio, donde se hacen muchas honras fúnebres. Al finado le estaban dando una última serenata con Mariachis en la puerta de la iglesia, antes de entrar con el féretro al rito de despedida. Hubo varias dedicatorias y palabras sentidas. Yo, que tenía la chaqueta fucsia a la que me mudo los fines de semana porque es cómoda y caliente, trate de hacerme detrás de un arbolito para poder oir los discursos y las despedidas sin que me notaran.

El mejor amigo del finado le dedicó una canción y no lloró ni una vez. Alcancé a pensar en que el día que se muera algún amigo (alguno más cercano de los que ya se han muerto) yo no sé si podría cantar sin romperme en llanto. Pero nadie nunca sabe cómo se va a portar en una situación de esas.

Seguí caminando por las tres calles que más me gustan de mi barrio y oí muchos pájaros, el aire estaba frío después de un fuerte aguacero de toda la noche y yo trataba de estar presente y oxigenar mi cerebro que anda apabullado por las angustias y el cansancio. Así que regresé a mi casa, alimenté a mis perros, me hice un café y me lo tomé con un pan con la mermelada que había hecho ayer. Pensé en lo sencillo y agradable de ese pequeño momento de bienestar. Necesito muchas más mañanas así, a un ritmo lento, sin afugias ni angustias. Yo sé que más de la mitad de mi preocupación viene de mi capacidad de imaginar escenarios catastróficos y de la sensación de que nadie me quiere y a nadie le importo en este mundo, que caracteriza estas temporadas de ansiedad y trabajo extremo. Yo sé que me vuelvo una colcha de dramas y melodramas, la mitad inventados, que no por eso son menos vividos. 

El asunto en estos días está en las angustias por el trabajo y la búsqueda de alternativas más amigables con la vida feliz que estoy buscando. Me asusta publicar esta entrada y le he dado muchísimas vueltas porque ya sé que hay quienes podrán pensar que soy una desagradecida con la vida que tengo, y no es así. Yo agradezco, y aún así, hay cosas que no me gustan y quiero acomodar. Quiero una vida más ligera, más tranquila, mucho más tranquila, y mucho, muchísimo menos exigida en el trabajo. Pensé que no iba a llegar a este momento pero creo que me merezco un rato de contemplación. Mañanas menos apuradas y noches sin listas eternas de pendientes. 

Quiero una vida más libre, más ligera, en la que pueda disfrutar más con la gente que quiero y que nunca veo porque vivo agotada y cuando no estoy trabajando solo quiero dormir y estar con mis perritos. La poca energía que me queda la estoy dedicando a leer, ver audiciones de la voz y estar en mi casa. También retomé las mermeladas (hace unos días apenas) que han Sido un salvavidas en muchos sentidos y en muchos momentos de la vida. Algo tan sencillo como arreglar las moras y la flor de Jamaica (que me toma varias horas) se vuelve un momento de encuentro con mis manos y mis sentidos. Huelo las frutas, pruebo sus sabores, oigo como burbujea el azúcar. Mientras estoy en eso pongo música, empaco los tarritos, me quemo los dedos, a veces me tomo un vino mientras hago la tarea. Y así, me reconecto conmigo y con mis sentidos. Es un momento importante en mi Semana, porque estoy conmigo. 

Así que está mañana, después de la caminata, el concierto de mariachis y los pájaros, comiendo mi pan con mermelada y café, entendí que necesito más tiempos en paz y conmigo, no tan agotada, no tan apaleada. Es cierto eso que dicen que uno le entrega la vida al trabajo y eso está mal. La vida mía no está en equilibrio y necesito hacer algo al respecto.

Escribir esto, leer, caminar con los perros y la bendita mermelada hacen parte de ese camino. Me enseñaron a ser demasiado funcional, a hacer las cosas de la manera correcta. Cuál es la manera correcta? Matarse pa pagar cuentas? No creo. No me quiero volver hippie, nunca lo he querido, pero está vaina de vivir para trabajar, no, no, no, es una vida muy árida y cansada. La vida puede ser tantas cosas. 



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