Crisis Existenciales

Ustedes perdonarán la intensidad, pero en momentos de crisis existenciales no hay como la escritura. Al menos para mí ha resultado ser un salvavidas. Mañana me voy a Lima y agradezco en el alma este viaje repentino que me obliga a salir del país, de mi casa, de la rutina que me está consumiendo. En dos ocasiones había tenido trabajos "estables", contratos con la condición de ir a diario a una oficina a cumplir un horario. La primera vez hace más de 10 años, pero me la pasaba en trabajo de campo, iba muy poco a la oficina y sí recuerdo, muy vividamente, que las tardes en la oficina me resultaban insoportables. Años después, en Valledupar, viví apenas unos meses de esa rutina. Me las arreglé para ir mucho a campo, lo que me ayudaba a estar menos tiempo en la oficina (que los viernes a las 2 de la tarde era un lugar caliente e insoportable) y a los pocos meses comenzó la Pandemia y la historia que ya conocemos todos. 

Ahora, justo cuando estamos en estas crisis en el mundo de la cooperación, comencé mi contrato laboral que implica estar a diario en mi oficina, y cada vez tengo más claro que es esa rutina la que me está consumiendo en vida. Agradezco, lo repito, agradezco a diario tener un buen trabajo, con buenas condiciones, en el que hago cosas que me gustan y a las que trato de darles un sentido noble, más allá de recibir mi sueldo mensual. Sin embargo, ver que la vida se me pasa en un mismo espacio, día a día, me está quitando la sonrisa de la cara y del alma. Hace algunos meses le decía a mi amigo Carlos que la vida en Montes de María parecía llena de sentido, y que extrañaba eso. Él, sabiamente me dijo, que los budistas decían que uno no debería buscar el sentido de la vida, porque no lo iba a encontrar y que eso generaría solo más frustración. Debo decir que puede ser que eso sea cierto, pero encontrarle algo de sentido a mi vida es una urgencia. Porque no puedo estar en este mundo solo para pagar cuentas un mes tras otro y estar agotada y encerrada en mi casa y en la oficina día tras día. 

Mi tía Fanny (quien habría cumplido 90 el 2 de mayo) dijo alguna vez que ella siempre había pensado que alguien de la familia debería darle la vuelta al mundo, y que ella siempre había pensado que esa persona sería yo. La verdad no tengo la personalidad de viajar por el mundo viviendo el día sin calcular mucho el futuro. También en estos días mi amiga Alexandra me dijo que tal vez me estaba volviendo muy rígida, y eso me dejó pensando. Me da vueltas en la cabeza qué me ha lllevado a mi a tomar deciciones que tomaría una madre soltera con unos gemelos que alimentar. Es decir, a veces pienso que me he lleanado yo sola de una cantidad de pesos en la vida, y que eso me tiene donde estoy. 

Me siento al límite de mis fuerzas y mi aguante, pero no me da el cuero para dejar todo tirado y largarme a Katmandu, ¿o debería? Debería hacerle caso a Heidy y Andy que llevan años diciéndome que cuaándo llego a visitarlos en Istanbul y Beijing? Seré capaz de llegar tan lejos? Hace unos años una persona que trabajaba conmigo en el pueblito Montemariano no quiso ir al viaje que hicimos con el grupo de trabajo al festival de jazz de Mompox. Le resultaba muy dificil salir del pueblo, incluso a un destino tan cercano, por el miedo que le causaba salir de espacios conocidos. Aún no sé si ese es el miedo que me habita, o de donde salen mis limitaciones para salir corriendo a ver el puto mundo y dejar de quejarme con ustedes en este blog. 

Los años pasan, y la verdad siento que he tenido una vida bonita. Sin mucho miedo me fui de la casa materna antes de terminar la universidad. No tenía trabajo, no tenía ahorros, hacía turnos en un restaurante los fines de semana y en las noches, ganaba lo mínimo y hacía galletas para terminar de pagar el arriendo. Como decíamos con Tatiana, entre chiste y chanza, en ese momento yo solo tenía encima unas mochilas llenas de sueños. Antes de eso me habia ido un año al Amazonas, después estuve otro año trabajando en el Vichada y el Guainia, y no me daba miedo andar por esos ríos plagados de toda clase de bichos y de delincuentes. Andaba más libre y más ligera. Era más joven, vivía con menos. Al poco tiempo me fui a Francia y allá sí que no tenía nada de nada. Me armé una vida con la compañía y ayuda de mis amigos. Trabajabamos duro para vivir al día y hubo miles de momentos y experiencias felices, también vivía con poco, me sentía más ligera, sin duda. Con los años me he ido llenando de cosas, de obligaciones financieras, y no sé dónde aprendí todo eso, o en qué momento lo busqué. Hace un par de noches, sintiendo que la vida se me está marchitando, le dije a Judy que me ayudara a encontrar herramientas para aligerar mi vida. He acudido a Sandra, a Glenda, a Anita, a terapias, a Joaco. He buscado ayuda, he hablado con mis sobrinos. Carolina me leyó el tarot. Joaco me puso agujas que me hicieron gritar del dolor para liberar mi espíritu, y ahora me pregunto, ¿será que estoy comenzando a liberarme? o será que me volví demasiado pesada, por dentro, pesada en mis ideas del deber ser y de lo que tengo, puedo y debo hacer para estar bien en la vejez?. Hace muchos años tomé desciciones conscientes para no vivir en situaciones que sentía como cárceles: la supervisión de mi mamá, los matrimonios ...  en qué momento pasa todo esto, por qué me siento como si no me quedara tiempo, como si ya se hubieran acabado las oportunidades y los nuevos comienzos. 

No creo que yo tenga el impetu del que hablaba mi tía Fanny para irme con una mochila al hombro a recorrer el mundo. Lo que sí sé es que la vida y el mundo no se acaban en mi oficina. Hace un momento estaba buscando una imagen que acompañara esta entrada, y vi tantos memes que hablan de lo mal que se sienten las personas que cumplen horarios de oficina, que entiendo que no es solo un problema mío. He tenido la fortuna de vivir una vida que me ha permtido moverme, andar en moto, burro, canoa, avioneta, lancha y a pie a mis trabajos. He tenido la fortuna de moverme y de, además, haber tenido años de trabajo desde mi casa. Era dueña de mi tiempo y ahora no lo soy, mi tiempo y mi vida los ordenan mis jefes, y eso no me gusta. 

Hoy en la tarde fui feliz sin pedirle permiso a nadie, disfruté una exquisita comida viendo el mar y pensando en lo grande que es el mundo. Cuando Simón conoció el mar salió correindo con los brazos abiertos gritando: Al infinitoooo, hoy eso lo grite yo, se lo grité en silencio al Universo, porque los límites solo estan en mi mente. 

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