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Satanás

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Hace un rato estoy oyendo un podcast de un actor colombiano que ha tenido un giro interesante en su vida. El tipo se llama Andrés Parra, por alguna razón lo asocio a las películas en las que Mauro hace su magia con las luces y los ángulos de sus cámaras. Hoy, escribiendo esta entrada, me acordé de Satanás. Hace muchos años, antes incluso de estar con Mauro, leí el libro en el que se basa la película. Una historia horrible, Muy colombiana y muy bien contada por Mario Mendoza. El libro es buenísimo, era la primera vez (creo) que leía algo que me diera tanto miedo. Me acuerdo de estar congelada tratando de taparme el brazo con alguna cobija a las 4 de la mañana, porque no podía parar de leer para dormirme. Creo que leí ese libro en 3 o 4 días, asustada y entumida del frío y del miedo, así me pasa (o me pasaba cuando era más joven y no me ganaba el sueño) con los libros que me gustan mucho. Cuando comencé mi historia con Mauro estaba saliendo al cine Satanás. Han pasado muchos años desde

Los perros se parecen a sus dueños

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Siempre que pienso en esta frase me pregunto: ¿Qué tendrán de mi mis perros? ¿Qué tengo yo de ellos? Son dos animales tan distintos, tan opuestos. Eso me hace pensar que tal vez soy esquizofrénica, que tengo múltiples personalidades, y creo que sí, un poco, creo que, a todos, nos habitan múltiples facetas de nosotros mismos. Hoy estaba cenando con amigos (eso lo escribí hace días, hoy es domingo, y estoy, como muchos domingos, revolcandome en mi miseria), y les pregunté qué veían de mi en mis perros, y las respuestas fueron muy divertidas. Pensé en Salvador, tan histriónico y acelerado, tan ansioso, pero a la vez tan amoroso y noble. Y Capitán, reflexivo, callado, tranquilo, siempre muy dócil, pero protector y amoroso. Si mis perros se parecen a mi, pensaría que hay muchas cosas de mí que me gustan y otras que no tanto... como siempre. Hoy (domingo) pensaba también en el dolor de estómago, ese del que he hablado varias veces en este espacio, ese del que hablé tantas veces con María Ros

Principe y Pirula

El cierre de la casa de mi abuela paterna nos dejó herencias a todos. Yo, por ser la que siempre ha tenido perros, heredé una misión: darle sepultura final a los dos perritos de mi tía Fanny, que estuvieron en su estudio, disecados, por más de 30 años. Uno si se mete en vainas raras. 

La belleza de rendirse

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Hoy, por casualidad, llegué a una historia muy bella en Youtube. La narra una mujer en un idioma que no identifico. Habla, entre otras cosas, de la muerte, y del vacío que deja entre los vivos. En un momento esta mujer dice: " tu paisaje interior ha quedado irrevocablemente cambiado por la muerte ". Y la entiendo perfectamente. La muerte de las personas queridas cambia la estructura del cuerpo y de la mente. No nos quedamos literalmente mancos, pero sí partidos, distintos. Glenda me lo dijo hace años, la vida cambia después de la muerte de alguien que representa tanto en la vida de uno.  Además de las muertes como transición del ser en este plano, hay muchas otras formas de morirse. La vida está llena de cosas a las que debemos morir para renacer y transformarnos: comportamientos, creencias, versiones de uno mismo, historias, personas, trabajos. Y, esas muertes pequeñas, también duelen y cuestan trabajo. Lo he dicho en otras entradas, hay muchas muertes en una sola vida. Y c

Plenitud

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Plenitud, así se llama el conjunto de edificios donde vivió mi abuela paterna, mi tía Fanny, y los últimos años, mi tía Stella. Esa es la casa que se está cerrando con la reciente muerte de mi tío Roberto. Creo que a todos nos ha dado duro. Hoy mis primas han enviado por el grupo de Whatsapp - que parece ser el espacio que reemplazará nuestros encuentros familiares - una serie de videos de mis tías declamando poesías e historias que he oido desde niña. Hoy llegó una de la que tengo especiales recuerdos de mi tía Fanny, porque siempre la repetía en celebraciones familiares. Se trata de la historia de un comediante quien, vestido de civil, me parece que era un Mimo o un payaso, va en busca de los mejores médicos para tratar su tristeza. Todos le recomiendan que busque a un comediante que lograría sacarlo de ese estado depresivo, sin saber, que le estaban recomendando su propio show. Es una historia bien patética la verdad, con un tono muy dramático, pero que en la voz de mis tías a mi me

Karen

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Hace poco retomé los ejercicios de terapia, pero esta vez con una nueva persona y desde otro enfoque. Quiero, necesito, reordenar varias cosas de mi vida. Siento la necesidad de revisar mis decisiones y mis prioridades. Siento que me equivoco constantemente con las cosas en las que decido invertir mi tiempo y energía. Me siento incómoda con mi incapacidad de poner límites (para ciertas cosas y con ciertas personas). Me gusta la terapia porque me revuelca más de lo que ya estoy, me ayuda a ordenarme. Siento que es hora de pensar en el propósito de mi vida, o cambiarlo, o al menos comenzar a abrir otras oportunidades. Hace un tiempo escribí una entrada en la que reflexionaba sobre el por qué le entrego la mayor parte de mi tiempo y energía a mi trabajo, por qué me siento presionada a producir, sin parar, llegando al límite de mis fuerzas, comprometiendo mi salud y mi bienestar. Como si mi vida se tratara de una carrera contra el tiempo, para producir, pagar cuentas, y seguir, sin parar,

Domingos

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Hace unos años le conté a mi papá que yo padecía ese síndrome, horrible, de la angustia de domingo. Él no sabía de qué le estaba hablando, pues, al parecer, nunca le pasó. Desde ese día en adelante, y hasta su muerte, me llamaba los domingos entre las 5 y las 6 p.m. a verificar que estuviera bien. Hay gente que dice que la angustia de domingo está asociada a las cargas del trabajo, a las múltiples tareas pendientes, al estrés que nos genera comenzar una nueva semana haciendo, probablemente, cosas que no nos gustan, que no necesariamente escogeríamos. Hoy me encuentro en Lima, haciendo algo que usualmente no hago, estar en la calle después de las 5 pm un domingo. Dormí una buena parte del día, no tenía mucha energía para moverme. Supongo que es una acumulación de cansancio, tensiones y el achante propio de los duelos. En los últimos seis meses se fueron mi prima Cata y mis tíos Lucia y Roberto. Entre otras despedidas no menos significativas. Decidí salir porque tenía hambre y ganas de c